El Dr. Ernst Gustav Benjamín von Bergmann era un cirujano alemán y profesor desde 1882, en la Universidad de Berlín.
Sus principales aportaciones fueron la fundación de la cirugía cerebral y la introducción de la asepsia en el tratamiento de las heridas. Entre las publicaciones de Bergmann, se encuentra La doctrina de las lesiones en la cabeza (1880) y el Tratamiento quirúrgico de las enfermedades cerebrales (1888).
La clínica en la que trabajaba Bergmann y donde trató a Isaac Peral, se encontraba en el bulevar “Unter der Lindem” (Bajo los tilos), que era una de las principales avenidas de Berlín. Sería un equivalente a Las Ramblas, en Barcelona. Era el bulevar más tradicional y conocido de la ciudad, el centro neurálgico de la vida cultural berlinesa y el punto de encuentro de muchos de sus ciudadanos. No se dispone del nombre y localización de la mencionada clínica; tan solo de su ubicación en una zona de Berlín, que fue duramente castigada durante la IIGM.
Una vez fallecido, su cadáver fue embalsamado y trasladado a la embajada española para ser conducido finalmente a España.
La ceremonia del entierro desde la embajada hasta la estación del ferrocarril fue una verdadera manifestación de duelo, acudiendo todo el Cuerpo diplomático acreditado en Berlín, la representación del Gobierno y los ayudantes del Emperador. Un vagón del Sudexpreso fue convertido en capilla ardiente.
A lo largo del trayecto desde Alemania, pasando por Bélgica y Francia, diversas Comisiones se acercaron al cortejo para manifestar su condolencia.
Al llegar el tren hasta su destino final, la Estación del Norte, en Madrid, los andenes se encontraban vacíos. Solo esperaban los restos de Peral sus obreros de la fábrica de acumuladores y el personal del Centro Electrotécnico, con una gran corona de pensamientos. Nadie, ni un solo concejal del ayuntamiento.
La viuda, miraba en todas direcciones y uno de los ingenieros le preguntó: “¿Busca a alguien, señora?”, a lo que contestó: “Sí, buscaba a España…”
La familia recibió un oficio del ministro de Marina Beránger para que los restos de Peral fueran trasladados al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, corriendo éste con todos los gastos e incluso con propuesta de mausoleo. Pero la viuda y la familia no se fiaron de la propuesta, después de que este mismo gobierno fuera el que le arrebató todo lo que más amaba en vida: su invento, su honor y su carrera, su escaño de diputado y hasta su salud.
Se buscó una modesta sepultura en el entonces cementerio de La Almudena de Madrid, donde residía la familia. Allí permaneció olvidado por espacio de dieciséis años, en que se inhumaron los restos para trasladarlos en 1911 a la ciudad que le vio nacer, Cartagena.