Descifrando, comprendiendo e interpretando los mensajes del pasado
Ángel Luis Cervera Fantoni
Doctor en Historia y en Economía
La Historia se hace con documentos, que son las huellas que han dejado los pensamientos y los actos de los hombres de otros tiempos. Normalmente se trabaja por referencia, deducción y aproximación; unos datos y unas cifras aportan una idea, ayudan a situar unos hechos, pero no nos dan toda la realidad, no descubren toda la verdad.
Por falta de documentos, la historia de inmensos periodos del pasado de la humanidad no podrá ser nunca conocida, porque nada suple a los documentos, y donde no los hay, no hay historia. 

A lo largo de los últimos 30 años, junto al estudio y preparación de mi tesis doctoral, tuve que desarrollar unas habilidades que no entraban en el programa de Doctorado de Historia del Pensamiento de la Universidad San Pablo CEU. Me refiero a la utilización de fuentes primarias del Fondo Histórico y Legado de la Familia Cervera, un archivo que veía “la luz”, después de permanecer más de 100 años dormido en 43 legajos con más de 2.000 documentos que conservaba mi familia, en nuestra casa de Puerto Real (Cádiz).

La experiencia previa de haber realizado con anterioridad otro doctorado en Economía, me había enseñado a ser disciplinado y obediente con mi director de tesis y analizar documentos, pero en esta ocasión los documentos, a diferencia con la tesis anterior, estaban manuscritos y eso requería leerlos y entenderlos.
Archivo del Almirante Cervera (AAC)
Con el tiempo, aprendí a manejarme en este tipo de habilidades, que son poco frecuentes y que ahora quiero desvelar y compartir. Trucos de cómo me pude entender con papeles y documentos que nunca antes habían sido transcritos y, sobre todo, de entender el “contexto”, un elemento clave para poder asimilar lo que sucedió hace más de 100 años pero con ojos de hace 100 años, y no con los de hoy. De esa manera, la investigación histórica es mucho más seria y rigurosa y el resultado de la misma es infinitamente superior al que se llega si se hace precipitadamente o de forma superficial, como he podido comprobar en muchos autores que he conocido a lo largo de estos años.
Archivo del Almirante Cervera (AAC)
Veamos los nueve puntos que me han servido para descifrar y entender los mensajes del pasado:

  1. La paciencia es un importante aliado a la hora de leer y entender los documentos antiguos. Las prisas no son buenas y en este caso, los resultados llegan cuando la investigación ha ido madurando y desvelando aspectos obtenidos gracias a un trabajo metódico y paciente. 
  2. Bajar la velocidad de lectura. Cuando leo documentos antiguos ralentizo mi lectura para poder entender mejor lo que leo pero, sobre todo, para interpretarlos dentro de su contexto. Bajar el ritmo de velocidad de lectura disminuye la fatiga y, en consecuencia, eso me hace ganar capacidad de concentración.
  3. Regresar a palabras que crean problemas y asignarles un significado. Muchas veces me topo con términos no usuales o abreviaturas muy personales que solo al cabo de haberlas visto antes muchas veces es cuando me aseguro de su correcto significado. La presencia de vocablos que resultan incomprensibles o poco conocidos genera una mini frustración que obliga a analizar todo lo que les rodea y que determina su sentido, su verdadero significado. Pero a veces eso no es suficiente y tenemos que acudir a otra herramienta...
  4. Tener a mano diccionarios antiguos donde esa palabra pueda aparecer. Los diccionarios suelen ser aburridos y no estamos acostumbrados a utilizarlos. Pero algunos esconden verdaderos tesoros… Hay muchos términos que se usaban en el siglo XIX que dejaron de emplearse posteriormente y ayuda bastante manejar diccionarios de la época para comprender y encajar determinados términos con su correspondiente significado. Es cuando comenzamos a comprender el sentido que el autor quiso darle y explicarnos el contexto de la situación, el escenario en el que se desarrolla la acción que nos están contando. 
  5. Horarios de lectura. A veces la comprensión de una palabra o término “aparece” cuando regreso de un descanso. Es entonces cuando descubro nuevas perspectivas que me permiten adivinar el sentido que el autor quiso darle. Esto me sucede con cierta frecuencia, y por eso dejo en “la nevera” lecturas que, al abordarlas de nuevo, me puedan transmitir algo que se me pudo pasar en el repaso anterior. Mis horarios desquician a no pocos. Normalmente, entre las 2:00h. y las 4:00h. AM., es cuando alcanzo un nivel superior de concentración.
  6. Revisión de la caligrafía. Cada época tiene la suya y en los documentos que suelo analizar la caligrafía me ayuda a entrar en la “atmósfera” del momento, en ese mundo fascinante que es… el pasado. Y la contemplo no como una ciencia, como la ortografía, sino como un arte, formada por un conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona o de un documento. El trazo de cada persona es único y revela características singulares que podríamos asociarlo a lo que hoy sería nuestra “huella digital”.
  7. Inclinación de la letra. Existen posiciones del documento donde, de forma ladeada, se puede “leer y descifrar mejor” una escritura que está inclinada. Pero la inclinación nos puede dar otras pistas que a lo largo de los años se ha venido en llamar “interés social” y que tiene que ver con las emociones del autor y del grado de lealtad con el que escribe el autor de una carta, por ejemplo. La escritura inclinada hacia la derecha (o dextrógira) es la más habitual en los documentos que analizo y particularmente en algunas de las cartas personales el grado de expresividad o de espontaneidad afloran de forma subconsciente de la mano de su autor, sin que se dé cuenta...
  8. Usos y costumbres en el tratamiento. No hay que olvidar que al leer documentos antiguos, como una carta, ésta era parte de una conversación, pero por escrito. Era la primera forma de comunicación a distancia y los comienzos y finales de cartas solían contener algunas singularidades que nos revelan detalles que pueden parecer nimios, pero que denotan una relación más o menos cordial con el destinatario. “Mi querido General y amigo…” este es un ejemplo, de alguien que escribe a un almirante y que le denomina “General”. Algo que hoy es impensable, pero que se acostumbraba a realizar en el siglo XIX. Y tan importante resultaban los encabezamientos como el pie o despedida, o las posdatas (P.D.) o postscriptum (P.S.).
  9. Las fotos antiguas. La imagen monocromática elimina distracciones, potencia el motivo o sujeto principal y le da mayor profundidad a la imagen. Cuando trabajo con documentos acompañados de fotografías antiguas, me gusta pasarlas a blanco y negro (si es que vienen coloreadas), eliminando el sepia u otros colores, porque el color se va degradando con los años y porque la suciedad o el tiempo se ha ido “incrustando” en la foto. Esa suciedad que tiene color a veces oculta el verdadero mensaje que transmite la fotografía. Las fotos, en cualquier caso, son interesantes “imágenes congeladas de un momento concreto” que merecen toda nuestra atención. 
A veces existen dificultades de comprensión e interpretación de algunas cartas, como ésta del Archivo del Almirante Cervera (AAC
Durante la investigación derivada de mi tesis, pude comprobar algunos hallazgos casuales que me abrieron las puertas a otros asuntos o temas de interés. Eso en el mundo académico tiene una expresión, que es poco conocida: serendipia. Es una palabra o término poco agradable pero que alberga un significado interesante: el descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado cuando se está estudiando otra cosa distinta. Algunos de los artículos que se encuentran en esta web nacieron de esa serendipia o descubrimiento casual y afortunado.