Desde la época del combate naval de Trafalgar se sabía que la enfermería de los buques de guerra estaba situada, por norma general, debajo del Castillo de popa, y las limitaciones en cuanto a espacio y ventilación era uno de los múltiples problemas con los que se enfrentaban los marinos heridos, aunque los males mayores eran las heridas producidas por traumatismos y por armas de fuego, caída de aparejos y arboladuras de los buques, quemaduras producidas por la metralla o las provenientes de incendio de pañoles, sollados y camarotes.
En relación a los cruceros Vizcaya (o del Nervión) que combatieron el 3 de julio de 1898, la enfermería de combate quedaba situada a proa, pero debajo de las cajas de cadenas y de los pañoles del condestable, prácticamente en línea del pañol de jarcia y del lastre de agua, es decir, muy abajo. Revisando el plano del crucero a escala 1:50 del segmento de proa se puede ver claramente dónde estaba situada.
Concas, comandante del crucero Infanta María Teresa, en su libro sobre la escuadra de Cervera, en página 207, comenta: “Nada más imponente y grandemente horroroso que una enfermería de combate en un día de batalla (...) los heridos en todos los buques rehusaban bajar a la enfermería, cuya difícil salida les aseguraba la muerte más horrorosa, caso de averías (...) puede asegurarse que, exceptuando en bombardeos y casos que no sean propios combates navales, los heridos preferirán correr el riesgo de nuevas heridas a enterrarse, imposibilitados de moverse, allá donde con plena salud y en tiempo de paz sienten malestar hasta los que tienen la costumbre de vivir en esos antros”... Más claro, imposible.