Los pecios españoles de la guerra hispano - norteamericana de 1898 en Santiago de Cuba
Artículo publicado por la revista ANALES, de la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV) Nº 93, Vol. 2, 2018, pp. 749-774.

Resumen

A raíz de la declaración de guerra por parte de los Estados Unidos a España en 1898, una escuadra formada por cuatro cruceros y tres destructores, bajo el mando del almirante Cervera, fue enviada a defender los intereses de la Corona española a Cuba.

En la mañana del 3 de julio de 1898, la escuadra española, que se encontraba bloqueada por la flota norteamericana en la bahía de Santiago de Cuba, se hizo a la mar para combatir con el enemigo. Cuatro horas después de iniciado el combate finalizaba éste con la escuadra española completamente destruida y con un saldo de 276 muertos y 151 heridos. A estas cifras hay que añadirles los caídos el día 1 de julio en el combate terrestre de La Loma de San Juan.

Los fallecidos lo fueron a causa directa del combate, impactos del enemigo, incendios y explosiones a bordo de los buques españoles; por ahogamiento en el momento de salir a la playa y por disparos de tropas insurrectas. El total de los fallecidos de la Escuadra durante el conflicto se cifra en 357, de los cuales 280 murieron en combate, 32 a causa de las heridas recibidas, 29 por enfermedad, 15 por causas no determinadas y 1 por suicidio.

Este artículo no pretende abordar los motivos del enfrentamiento, ni las causas que lo produjeron, sino poner de manifiesto el análisis y la evolución de los pecios donde se encuentran los buques españoles, 120 años después, así como dar cuenta de la relación de marinos fallecidos en aquellas jornadas.

1.- Introducción

El buceo en pecios, o lo que es lo mismo, sumergirse para localizar y explorar un barco hundido, se realiza por diversas causas, como, por ejemplo, conocer su historia, su carga, datación, estado, procedencia, destino, etc. Es el método científico, que se conoce como Arqueología Subacuática y que estudia e interpreta los vestigios del pasado sumergidos en un medio húmedo.

Pero también existe una variedad del buceo que se realiza de forma ilegal, mediante acciones antrópicas, con el consiguiente riesgo de expolio con ánimo de lucro, dañando de forma irreversible el buque e impidiendo su estudio y privando del conocimiento de ese patrimonio sumergido que forma parte de la cultura material de la Humanidad. (1)

Este trabajo pretende dar a conocer el estado de conservación de los barcos de la escuadra del almirante Cervera, cuyos restos yacen en aguas próximas a Santiago de Cuba, hasta la actualidad (2). Todos ellos conforman el Parque Arqueológico Subacuático vinculado a la Batalla Naval de Santiago de Cuba, que está compuesto por siete pecios, cuyas características medioambientales y arqueológicas difieren de un sitio a otro por la propia demarcación de los mismos a lo largo de la franja costera suroriental de la provincia cubana de Santiago de Cuba, que abarca unos 120 km. El Parque tiene, desde el 8 de junio de 2015, la consideración de Patrimonio de la República de Cuba.

Todo comenzó en 1898. La escuadra española, al mando del almirante Pascual Cervera Topete se encontraba cercada en el interior de la bahía de Santiago, que es un largo y angosto canal, desde el 29 de mayo por la escuadra norteamericana al mando del almirante Sampson. El general Ramón Blanco, Gobernador militar de la isla de Cuba, ordenó al almirante Cervera que sacase la escuadra a combatir al mar. El resultado fue la destrucción total de la flota española formada por los cruceros acorazados: Infanta María Teresa (buque insignia), Vizcaya, Almirante Oquendo y Cristóbal Colón, y los destructores Furor y Plutón.

Según las cifras oficiales de bajas sufridas, señalan 332 muertos y 197 heridos, pero en esta investigación se incluyen todas las bajas habidas de la escuadra durante la guerra, y no solo en el combate del 3 de julio (3).

Fallecidos de la Escuadra de Operaciones en las Antillas (1898) Fuente: Navarro (2017) (4)

2.- Características generales de los buques de la Escuadra española

La escuadra española de operaciones en Las Antillas, en julio de 1898, la componían las siguientes unidades:

Cruceros acorazados: Infanta María Teresa, Vizcaya y Almirante Oquendo:

Botados: entre 1890 (Infanta Mª Teresa) y 1891 (Vizcaya y Almirante Oquendo), en la S.A. Astilleros del Nervión.

Desplazamiento: 7.000 Tm.

Propulsión: 2 hélices de 3 alas y 5m. de diámetro. 2 máquinas verticales de triple expansión; 9.000 CV/13.700CV tiro forzado; Calderas: 6 cilíndricas, 4 con hornos en los frentes y 2 con hornos en un solo frente.

Carbón: 1.050 Tm.

Velocidad: 20 nudos.

Autonomía: 9.700 millas a 10 nudos.

Eslora: 110,9 m.

Manga: 19,9 m.

Calado: 6,55 m.

Blindaje: Parcial de acero Compound (Teca 153 mm. Sobre plancha de acero 25 mm.) en la flotación de 306 mm. (455 mm. sobre la línea de flotación y 122 por debajo); Cubierta: 50/76 mm. Torres artillería gruesa: 250 mm.; Torre de combate: 300 mm.

Armamento:

  • 2 cañones González Hontoria 280 mm. en torres barbeta a pr. y pp.; 10 cañones González Hontoria de tiro rápido de 140 mm.; 8 Nordenfelt de 57 mm.; 4 Hontoria de 70 mm.; 8 cañones (revólver) Hotchkiss 37 mm.; 2 ametralladoras Nordenfelt 11 mm.; 8 tubos lanzatorpedos de 356 mm.

Dotación: 1 Capitán de Navío, 19 oficiales, 10 guardiamarinas, 67 clases, 340 marineros y 60 infantes de Marina. Total: 497 hombres (R.O. 24.03.1894).

Crucero acorazado: Cristóbal Colón:

Botado: 1896 en los astilleros Gio Ansaldo. Cantieri Sestri Ponenti, de Génova.

Desplazamiento: 6.840 Tm.

Propulsión: 2 hélices; 2 máquinas verticales de triple expansión; Calderas: 24 Niclause;

Potencia: 8.600 CV tiro natural / 13.000 CV tiro forzado.

Carbón: 1.050 Tm. (5)

Velocidad: 20,4 nudos (en pruebas a tiro forzado); 18,9 nudos a tiro normal.

Autonomía: 9.300 millas a 10 nudos.

Eslora: 100 m.

Manga: 18,2 m.

Calado: 7,75 m.

Blindaje: Casco, faja de acero-níquel de 150/120 mm., cubriendo costados y flotación; batería principal y secundaria, y puesto de mando. Cubierta protectriz de 25/30 mm.

Armamento:

  • 2 cañones Armstrong de 254 mm. (que nunca fueron instalados (6) ); 10 cañones Armstrong de 152/40 mm.; 6 cañones Armstrong de 120 mm. de tiro rápido; 10 cañones Nordenfelt de 57 mm.; 10 cañones (revolver) Hotchkiss de 37 mm.; 2 cañones de desembarco, 2 ametralladoras Maxim en cofas; 5 tubos lanzatorpedos Schwarkoft.

Dotación: 1 Capitán de Navío, 19 oficiales, 10 guardiamarinas, 63 clases, 400 marineros y 50 infantes de Marina. Total: 543 hombres (R.O. 05.11.1896).

Caza torpederos (destroyers): Furor y Plutón: (7)

Botados: 1896 (Furor) y 1897 (Plutón) en los astilleros ingleses de J&S Thompson Clydebank.Engineering & Shibuilding Co.

Desplazamiento: 465 Tm.

Propulsión: 2 hélices; 2 máquinas de triple expansión, 4 cilindros; Potencia 6.500 CV (7.000 a tiro forzado); Calderas: 4 Normand.

Carbón: 96 Tm.

Velocidad: 28 nudos.

Autonomía: 1.000 millas a 20 nudos.

Eslora: 69,80 m.

Manga: 6,80 m.

Calado: 3,00 m.

Blindaje: Sin blindaje

Armamento:

  • 2 cañones semiautomáticos Nordenfelt de 75 mm.; 2 cañones Nordenfelt de 57 mm.; 2 ametralladoras (Revolver) Maxim de 37 mm. y 2 tubos lanzatorpedos de 356 mm. emplazados sobre cubierta (4 torpedos de reserva).

Dotación: 1 Teniente de navío de 1ª, 2 oficiales, 15 clases, 55 marinería. Total: 73 hombres (R.O. 22.03.1897).

3.- El poder de la artillería durante el combate

El resultado del tiro sobre los barcos españoles fue el siguiente:

Infanta María Teresa: 2 de 37 mm., 17 de 57 mm., 1 de 10 cm., 3 de 12, 5 cm., 1 de 15 cm., 3 de 20 cm., 2 de 30 cm. TOTAL: 29.

Almirante Oquendo: 43 de 57 mm, 7 de 10 cm, 3 de 12,5 cm, 1 de 15 cm, 3 de 20 cm, TOTAL: 57.

Vizcaya: 13 de 57 mm., 4 de 10 cm., 7 de 12,5 cm., 5 de 20 cm. TOTAL: 29.

Cristóbal Colón: 4 de 57 mm., 2 de 10 cm., 1 de 12,5cm., 1 de 15 cm. TOTAL: 8.

Todos ellos suman un cómputo total de 123 impactos recibidos, sin incluir los que impactaron en los 2 cazatorpederos. (8)

Estos datos se aproximan a los que se publicaron, cuatro años después de la guerra, en 1902. La artillería norteamericana lanzó en el combate naval de Santiago 9.474 proyectiles con un peso total de 114.300 kg. De dichos proyectiles, solo alcanzaron a los cruceros españoles el 1,3% distribuidos de la siguiente forma: Recibidos por el Oquendo: 61; por el Teresa, 29; por el Vizcaya, 28, y por el Cristobal Colón, 6. (9)

Si se pudiera resumir en una sola frase el potencial de la Armada española en 1898, podría decirse que era “inadecuado en relación con la realidad político-estratégica española, degradado en su potencial conjunto, descualificado en sus medios e insuficiente ante la situación en presencia”. (10)

4.- Los pecios españoles en aguas cubanas

Las playas de la Mula en la desembocadura del río Turquino, Juan González, Aserradero, Buey Cabón, Rancho Cruz y Mar Verde, son los lugares en los que yacen colapsados por el tiempo y por la historia, los restos de la que fuera la Escuadra de Operaciones de las Antillas: los cruceros acorazados Cristóbal Colón, Vizcaya, Almirante Oquendo, (El buque insignia, el Infanta María Teresa, que no se encuentra en aguas cubanas, sino que está hundido en Cat Island, Bahamas; se fue a pique mientras era trasladado por los norteamericanos a uno de sus arsenales como trofeo de guerra), así como los contratorpederos Furor y Plutón.

Los otros dos pecios corresponden a la embarcación de carga Scow, (hundida en Siboney), y el carbonero Merrimac, (en la entrada del puerto de Santiago de Cuba), ambos pertenecientes a los Estados Unidos, pero que no son motivo de este trabajo.

4.1.- Cazatorpedero Furor

Parte de combate del Furor: El teniente de navío de primera clase (Carlier) al almirante (Cervera). (Extracto que pone de manifiesto la explosión y posterior hundimiento de este destroyer):

(…) A las 10h. 45m aproximadamente el jefe de la escuadrilla dispuso embestir a tierra, lo que no pudimos conseguir, y considerando el barco perdido y no pudiendo dominar el fuego que invadía la popa y el centro, y teniendo más de la mitad de la dotación fuera de combate y el barco sin gobierno ni máquina, dispuso el jefe arriar bandera y los botes (…)

Cesado el fuego enemigo, atracaron a bordo dos botes de un yate americano, en el que embarcamos los pocos que quedábamos a bordo, sin que el enemigo hiciera más que pisar la cubierta, y al darse cuenta de la situación, embarcaran precipitadamente, temiendo una explosión, como así sucedió poco después de desatracar del barco, el cual se fue a pique como a una milla larga de tierra. (11)

En el combate de Santiago el Furor recibió fuego enemigo antes de llegar a Punta Gorda. Al salir arrumbó al oeste para seguir las aguas de la Escuadra, pero los impactos que ya recibía le ocasionaron la rotura de un tubo de vapor en la máquina; la destrucción del cilindro de media de estribor y de las calderas, etc. Ante tal cantidad de averías y tras la rotura del servo-motor del timón, se puso proa a tierra para varar el buque. El cazatorpedero sufrió una explosión y se fue al fondo a una milla de tierra. Según la historiografía anterior, de la dotación, hubo 8 muertos identificados (entre ellos, el comandante de la escuadrilla, Fernando Villaamil), 45 desaparecidos (algunos muertos pero sin poderse identificar), 10 heridos y 12 ilesos. (12)

DEMARCACIÓN GEOGRÁFICA Y CARACTERÍSTICAS ARQUEOLÓGICAS DEL SITIO

El Furor se encuentra hundido frente a la playa de Mar Verde próximo a la bahía de Cabañas y cerca de Santiago de Cuba, casi a media milla de la costa aproximadamente; por eso se hace imprescindible para afrontar su buceo, disponer de una embarcación. Es el pecio de los barcos de Cervera más próximo a la ciudad de Santiago de Cuba; se encuentra aproximadamente a unas 6 millas náuticas en línea recta de la bocana de la bahía santiaguera en dirección oeste.

El pecio yace a una profundidad de entre 24 y 27 metros sobre un fondo arenoso con bastantes formaciones coralinas o cabezos, tal como se les denominan en Cuba, en un área de unos 200 metros cuadrados.

El navío estalló antes de su hundimiento por lo que en el fondo no se encuentra la típica silueta de un pecio. La estructura externa, simplemente, no existe. Se ha de tener en cuenta que este tipo de navíos su principal virtud era la gran velocidad que podían alcanzar, hasta 29 nudos, pero su talón de Aquiles era la falta de coraza, lo que les hacía extremadamente vulnerables a la artillería enemiga. El buque fue alcanzado en la Santa Bárbara, y acabó explotando, tal y como se ha referido anteriormente.

Está divido en tres partes perfectamente diferenciadas; la proa, el centro del barco -la parte más espectacular del pecio con sus enormes calderas Normand-, y la popa.

En la zona de proa se encuentra la cabina del puente desprendida del pecio y volcada hacia el lado de babor; en ella se pueden apreciar aún los adelantos tecnológicos innovadores para finales del siglo XIX, como conexiones electromecánicas para comandar la nave por lo que se identifican perfectamente los restos de cables eléctricos, así como tuberías de pequeño diámetro por donde circulaba el aceite.

El pecio se encuentra más o menos paralelo a la costa y se pueden ver con facilidad, diseminados cerca de él, restos de proyectiles de mediano calibre de sus cañones de tiro rápido, algunos de ellos en perfecto estado de conservación y restos metálicos de lo que seguro fue su estructura. Están documentados los hallazgos de restos arqueológicos de la que fue la cubertería y la vajilla, así como infinidad de restos de madera, principalmente de sus mamparos interiores muy deteriorados por la acción del parasito marino conocido como teredo.

Antes del azote de los ciclones Dennis (2007) y Sandy (2012), que provocaron cambios en la posición de algunos fragmentos como partes de la arboladura, balaustres y jarcias, se podía apreciar con mucha claridad la dispersión provocada por la explosión: las estructuras más o menos pesadas quedaron en la línea imaginaria de la crujía y, dispersos hacia el exterior, los fragmentos más ligeros proyectados por la onda expansiva. Otras evidencias de la explosión son las piezas fragmentadas de artillería de mediano calibre, lo que no se aprecia en ninguno de los demás pecios. (13)

En los últimos tiempos ha sido sometido al expolio por parte de buceadores locales como foráneos. La acción antrópica ha sido una constante tanto en este pecio como en los demás pertenecientes a la escuadra española, principalmente por estar embarrancados muy cerca de la costa y a poca profundidad.

4.2.- Cazatorpedero Plutón

Parte de combate del Plutón: El teniente de navío de primera clase (Vázquez) al almirante (Cervera). (Extracto que explica como el Plutón embarrancó contra las rocas ya sin gobierno y en qué situación quedó para que, hoy en día, se conserven muy pocas evidencias bajo el agua de este destroyer):

(…) Consideré que el buque no podía tardar en sumergirse y traté de embarrancar en un pequeña playa que tenía próxima; mandé meter sobre estribor y entonces noté la falta de gobierno, por haberse inutilizado el servomotor y roto uno de los guardines; continuó el buque su marcha avante y embistió contra las rocas, destrozando por completo su proa.

(…) Llamé a la canoa que con algunos hombres iba a tierra y embarcando en ella pude tomar las rocas, sintiendo a poco una explosión y minutos después el buque quedaba sumergido hasta la cubierta. (14)

Basándonos en las explicaciones dadas por el teniente de navío Pedro Vázquez, puede deducirse que el Plutón también acabó explotando, pero con menor intensidad que el Furor, hundiéndose de una pieza en un fondo similar al de su calado, siendo visible sólo su cubierta tras el combate naval.

El tiempo y los temporales se encargaron de destrozar totalmente el pecio del Plutón. En el combate de Santiago el Plutón comienza a recibir fuego enemigo a la altura del poblado de Cinco Reales. Se siguen las aguas del Furor y a la salida se dio avante toda. A las 10:45h. se recibió un proyectil de grueso calibre a bordo que atravesó el sollado de marinería, con lo que se produjo una inundación que hizo aproar el buque. Otros proyectiles destrozaron las calderas de proa que explotaron y el pañol de municiones de la cámara del comandante. Ante las averías sufridas, se ordenó meter a estribor para embarrancar el buque en una playa, pero éste no respondió al timón y así fue a embarrancar contra unas piedras. Al poco tiempo sufrió una explosión que causó su hundimiento. (15)

DEMARCACIÓN GEOGRÁFICA Y CARACTERÍSTICAS ARQUEOLÓGICAS DEL SITIO

El Plutón se encuentra delante de un pequeño promontorio rocoso tocando la línea de la costa, entre la playitas de Buey Cabón y Rancho Cruz, donde embarrancó, próximo al pecio del Furor, y debido a la falta de profundidad y a los desafíos del mar Caribe ya no queda pecio como tal, sino algunos restos de sus máquinas, bielas, toberas, proyectiles, así como uno de los condensadores de vapor de sus potentísimos motores y un sin fin de restos metálicos de lo que fue la estructura de aquél veloz destructor.

Su acceso hasta él por tierra es muy complicado porque está hundido frente a una zona rocosa batida constantemente por el mar; lo recomendable es disponer de una embarcación.

4.3.- Crucero Infanta María Teresa

Parte de combate del Infanta Mª Teresa: El almirante (Cervera) al general en jefe (Blanco):

(…) el fuego ganaba terreno con mucha rapidez y voracidad, por lo que envié a uno de mis ayudantes con la orden de que se inundasen los pañoles de popa encontrándose éste ser imposible penetrar en los callejones de las cámaras a causa del mucho humo y del vapor que salía por la escotilla de la máquina donde también le fue absolutamente imposible penetrar, a causa de no permitir la respiración aquella abrasadora atmósfera; por tanto fue necesario dirigirnos a una playita al O. de Punta Cabrera, donde embarrancamos con la salida, al mismo tiempo que se nos paraba la máquina (…)

(…) El fuego ganaba con mucha rapidez y apenas hubo el suficiente para abandonar el buque, cuando ya el fuego llegaba al puente de proa, y eso ayudados por dos botes americanos que llegaron como tres cuartos de hora después de la embarrancada. (16)

El proyecto elegido en 1887 para la construcción de este tipo de cruceros, denominado “Vizcaya” constituía una versión agrandada y más artillada de los cruceros británicos Orlando. De esta manera, respondía a las necesidades coloniales de la Marina española, gracias a su gran autonomía y velocidad, así como un poderoso armamento, combinación de factores que les hacían muy superiores a los cruceros protegidos de la época, que eran los enemigos previsibles por entonces. (17)

El buque insignia de Cervera era uno de los buques que los norteamericanos estaban decididos a llevarse como botín de guerra, al existir posibilidades de recuperarlo. Su comandante, Víctor Concas lo explica:

La varada de los buques había sido con distinta fortuna, pues la costa es arenosa alternada con grandes manchones de roca.

Los más afortunados habían sido el Vizcaya y el Oquendo que dieron en roca, y destrozados su fondos no era posible que el enemigo sacara sus cascos; el María Teresa no choco más que con una roca por la amura de estribor, por lo que, y como iba con poca velocidad, no recibió todo el daño que el almirante se proponía. (18)

El Teresa fue embarrancado a las diez y cuarto de la mañana. Varó de proa sobre la costa, y a unas 8 millas de la boca de la Bahía de Santiago. Quedó tocando el fondo con la proa sobre los corales del bajo Diamante. El buque había sido incendiado, el palo trinquete fue abatido por la fogonadura como consecuencia de un impacto directo del fuego enemigo y presentaba 33 impactos más de artillería de diversos calibres, entre ellos tres, al menos, de 203 mm. El fuego había devorado cámaras, camarotes, el forrado de la cubierta superior y la de botes, que eran de teca, y había perdido –como sus hermanos- las hermosas piezas de mascarón, que eran el emblema de los Borbones, a proa y el escudo de España a popa, con toda su ornamentación de lambrequines. (19)

Concluido el combate, el Teresa fue inspeccionado por los ingenieros de la US Navy, que recomendaron su salvamento. De los tres cruceros gemelos, era el que en mejor estado se encontraba; sus calderas y pañoles no explotaron.

DEMARCACIÓN GEOGRÁFICA Y CARACTERÍSTICAS ARQUEOLÓGICAS DEL SITIO

El buque fue reflotado el 25 de septiembre con un coste de 100.000 dólares, después de un mes de trabajos efectuados por la compañía norteamericana Merrit-Chapman Derrick Wrecking Company, bajo la supervisión de oficiales de la US Navy, y remolcado hasta la bahía de Guantánamo, con el fin de preparar su traslado a los Estados Unidos. Allí, en Guantánamo, fue sometido a labores de limpieza, reparación de las vías de agua, desmontaje de algunas de sus piezas de artillería y retirada de munición. Identificado como P-1, salió con destino a la base de Norfolk, para continuar luego a Charleston y Nueva York, llevando una tripulación de 122 hombres con el ánimo de incorporarlo a la US Navy o, en su defecto, convertirlo en trofeo de guerra.

En el curso del viaje a remolque del USS Vulcan, bajo una fuerte tormenta tropical, se rompió el cable desapareciendo, y dándosele por perdido, pero unos días más tarde, el 1 de noviembre, el crucero apareció embarrancado en Cat Island, un arrecife coralino, cercano a Nassau, en el cayo conocido por Punta Pájaros, capital del archipiélago de las Bahamas, perdiéndose totalmente pese a los esfuerzos por reflotarlo nuevamente, desguazándose los restos in-situ. (20)

En Cuba puede verse aún y a poca profundidad una gran ancla de almirantazgo que, con toda probabilidad, perteneció a este barco que quedó desprendida y olvidada frente a la playa de Nima-Nima.

4.4.- Crucero Almirante Oquendo

Parte de combate del Oquendo: El teniente de navío (Calandria) al almirante (Cervera). (extracto que narra la situación de cómo quedó el crucero tras el combate a consecuencia de los impactos del enemigo y de los fuegos que se propagaron a bordo, sobre todo debido a la madera existente, cubiertas, muebles, etc.):

Se continuó navegando hasta dejar el Iowa algo retrasado por la aleta de babor, pero al alcance de su artillería encontrándose en estos momentos el Brooklyn por la amura de babor (…) Una granada que entró en la cámara de torpedos de popa dejó fuera de combate a todo su personal y a los pocos momentos, explotando otra en la central de popa, ocasionó bastantes bajas (…)

(…) y un voraz incendio que consumía el comedor y camarotes de oficiales, las taquillas de las clases y las despensas. Este incendio se comunicó seguidamente a la plataforma de popa por las maderas incendiadas del piso y del comedor de oficiales (…) Después de varado el buque y por orden de su comandante, se pararon las máquinas, se abrieron las seguridades y se desalojaron las máquinas y calderas, empezando el salvamento (…)

El buque quedó varado a distancia de 10 ó 12 millas, aproximadamente, de la boca del puerto de Santiago de Cuba. (21)

Abrumado por el fuego enemigo el Oquendo se perdió a una milla escasa al W del Infanta María Teresa, después de encajar 61 impactos y rendir los dos palos, abrió sus válvulas de fondo embarrancando cerca de la playa escorado con el agua por arriba de su línea de flotación, y asentándose sobre la banda de babor. (22)

Había embarrancado a las diez y veinte de la mañana, es decir, cinco minutos después de que lo hiciera la insignia del almirante y a muy corta distancia del mismo, quedando adrizado y con el agua poco más arriba de la línea de flotación. Los escudos de Guipúzcoa –a proa- y de España –a popa- también se desprendieron del casco, y tenía abiertas todas las válvulas de fondo, por lo que su reflotamiento era prácticamente imposible. (23)

DEMARCACIÓN GEOGRÁFICA Y CARACTERÍSTICAS ARQUEOLÓGICAS DEL SITIO

El pecio del almirante Oquendo se halla frente a la playa de Juan González a unos cien metros de la orilla y a una profundidad de entre 8 y 14 metros. Se encuentra orientado norte sur a unas 10 millas náuticas de Santiago de Cuba y emergen casi en su totalidad el cañón González Hontoria de 280 mm. de proa y parte del de popa.

El estado general del pecio es considerablemente bueno, a pesar de la poca profundidad a la que se encuentra ya que está sometido a la presión de los rompientes de los temporales. Se puede ver casi toda su eslora de 103 metros de longitud y se encuentra apoyado en su quilla sobre un lecho de arena y piedras.

Se aprecian los daños producidos en su estructura por algunos de los impactos producidos por la artillería enemiga. La visión de los bloques de toberas ayuda a localizar con absoluta nitidez cada una de sus enormes calderas que emergen por encima de la cubierta debido a su colapso sobre el resto de la estructura.

Destacable, también, es la visión de una de sus enormes e impresionantes bielas. Se aprecia aceptablemente el ancla y varios grilletes de la cadena. La cofa con su mástil, que se hallan sobre el fondo arenoso en la banda de estribor junto al pecio, están en buen estado de conservación.

Teniendo en cuenta la proximidad de la costa el buceo del Oquendo se puede afrontar de dos maneras, de infantería o desde una embarcación, siendo la segunda la mejor opción ya que a veces el estado del mar dificulta bastante la entrada a pie dado su fondo pedregoso.

4.5.- Crucero Vizcaya

Parte de combate del Vizcaya: capitán de navío (Eulate) al almirante (Cervera). (Parte en el que puede comprobarse que los daños serían equiparables a los de los otros cruceros de la clase Vizcaya y, tal y como se ha explicado en el caso del Oquendo se omiten, centrándonos en otros aspectos y con ello poner de manifiesto unas observaciones en referencia al deficiente estado del armamento y la munición que parecen muy clarificadoras para el devenir de los acontecimientos y la manifiesta inferioridad de la escuadra española):

(…) Se rompió el fuego contra los buques enemigos que, muy nutridos en un principio, fue decreciendo en la batería de 14 cm. por los defectos de sus cañones y cargas, de las que ya V.E. tiene conocimiento (…) Las averías de estos cañones fueron muchas, pero muy especialmente las ya conocidas de escupir las agujas, no cerrarse el cierre y no entrar los proyectiles. Cañón hubo que para poder disparar su carga se probaron antes siete, y otro que pasó de las ocho y que y que siempre entró en batería a fuerza de trabajo y golpes.

(…) A las 12,15 bajo un fuego nutridísimo de los cuatro acorazados, varó el que fuera crucero Vizcaya en los bajos del Aserradero y en condiciones que era imposible su salvamento, no sólo por la disposición del buque sobre los bajos y la índole de éstos, sino porque también sabía que habían de explotar todos los pañoles, si bien dando tiempo para el salvamento.

(…) Este salvamento se hizo con todo orden a pesar del espectáculo imponente que presentaba el buque ardiendo, explotando los repuestos de la artillería y elevándose las llamas por encima de las cofas y chimeneas y con las planchas del costado al rojo. (24)

Después de encajar 24 impactos que le ocasionaron la explosión de las calderas y pañoles, el Vizcaya enfiló hacia la costa desgarrándose el casco y ardiendo, varando en la playa de Aserradero ligeramente escorado hacia estribor, al pie de Sierra Maestra, a unos 100 metros de tierra, teniendo la oportunidad de lanzar al agua dos botes con los que se pudo salvar parte de la dotación, unos hacia tierra firme, y otros en un pequeño arrecife próximo, siendo hechos prisioneros por las lanchas norteamericanas enviados en su busca. (25)

Varado a las once y cinco resultó muy dañado por la explosión de las calderas, pañoles y la cámara de torpedos de proa, que desgarró el casco. También perdió su mascarón con el escudo del señorío vizcaíno. Su salvamento era imposible. (26)

DEMARCACIÓN GEOGRÁFICA Y CARACTERÍSTICAS ARQUEOLÓGICAS DEL SITIO

El pecio del Vizcaya se encuentra frente a la playa del Aserradero como a una media milla de la costa y a unas 18 millas náuticas de la ciudad de Santiago de Cuba.

Desde la orilla del mar o pasando por la carretera que bordea la costa al llegar al poblado del Aserradero puede observarse muy a lo lejos uno de los dos cañones González Hontoria que montaba el Vizcaya, al igual que sucede en el pecio de Juan González, pero a bastante mayor distancia de la playa.

El Vizcaya está incrustado en arrecife paralelo a la costa, la profundidad y las características de su buceo son muy parecidas a las del Oquendo pero éste tiene la singularidad de formar parte del arrecife coralino. Sometido a fuertes temporales y al no estar al abrigo de la costa se encuentra más deteriorado que el del Oquendo.

Se puede recorrer su cubierta colapsada a lo largo de toda la eslora, por lo que no es posible bucear en el interior del pecio, pero sí se pueden apreciar las varengas de su coraza de acero, sus calderas reventadas por la acción del mar y del tiempo y una de sus enorme anclas de almirantazgo de la que cuelga una cadena de inmensos grilletes y, al igual que en el Oquendo, localizar los impactos de la artillería estadounidense.

Los norteamericanos, ansiosos con hacerse con algún trofeo, rescataron en 1899 uno de los cañones tipo González Hontoria de 140/35mm., que puede contemplarse hoy en los jardines de la Academia Naval de Annapolis, en Maryland. (27)

4.6.- CRUCERO CRISTÓBAL COLÓN

Parte de combate del Colón: El general 2º jefe (Paredes) al almirante (Cervera). (Extracto del mismo que narra como el Colón quedó prácticamente intacto tras el combate):

Desde luego vi que ni el Brooklyn ni el Oregon, que emprendieron la caza, podían alcanzarme y se quedaban más rápidamente el primero que el segundo y continúe cerca de la costa haciendo rumbo al Cabo Cruz.

A la una de la tarde empezó a bajar la presión de las calderas de 85 a 80, empezando por tanto, a ganarme en andar el Oregon, que poco tiempo después rompió fuego contra el buque con sus cañones de caza de grueso calibre, al que solo pude contestar con disparos del cañón 2 de la batería, guiñando al efecto lo necesario, aunque esto acortase la distancia. En vista de esto y vista la seguridad absoluta de ser apresado por el enemigo, de acuerdo con V.E., resolvimos embarrancar y perder el buque y no sacrificar estérilmente las vidas que se habían batido con valor heroico, disciplina y serenidad (…).

Se hizo proa al río Turquino, en cuya playa embarranqué, con velocidad de 13 millas a las dos de la tarde. Ya varado el buque y reunidos los Jefes y Oficiales, todos manifestaron su conformidad a lo hecho, por comprender que de seguir, aunque no fuera más que momentos, corría inminente peligro de caer en poder del enemigo y ser un trofeo de guerra que era necesario a todo trance evitar. (28)

Lanzado a toda marcha, el Colón fue disminuyendo su velocidad al consumir todo el carbón de calidad, sin poder responder a sus perseguidores; viendo la situación su comandante decidió vararlo frente a la playa del río Turquino, después de abrir todas válvulas de fondo (kingstons) con el ánimo de hundirlo antes que rendirlo; embarrancó en poca agua ligeramente escorado hacia estribor, abandonándolo su dotación. En el combate tuvo un muerto y 25 heridos.

Ocupado el crucero la misma tarde del 3 de julio, el buque se convirtió en un preciado trofeo de guerra, comenzando inmediatamente los trabajos de reflotamiento, tirando del mismo el yate armado USS Vixen por la popa, al tiempo que el crucero USS New York removía el fondo con su espolón, consiguiendo reflotarlo a la mañana siguiente y cuando comenzaba la operación de remolque, el Colón inesperadamente dio la voltereta y zozobró por falta de estabilidad, tumbándose completamente sobre el costado de estribor apuntando al cielo toda la batería secundaria de babor y su hélice. Considerado irrecuperable, con el correr de los días fue lentamente expoliado, siendo sus restos los primeros en desaparecer de la vista. (29)

También recuperamos un extracto de la crónica que realizó el comandante del Infanta María Teresa, Víctor Concas que resulta muy clarificadora de por qué el Colón finalmente no se convirtió en trofeo de guerra y su pecio se quedó para siempre hundido en la playa de la Mula:

Si el almirante Sampson, con más espíritu marinero, hubiera mandado que los buzos cerraran las válvulas, habría salvado al crucero con toda seguridad; pero con febril impaciencia le dio remolque con el propio New York, de su insignia, y apenas el buque fue recibiendo agua, comenzó a inclinarse, en cuyo momento, con gran habilidad y con el espolón de su propio buque, empujo de nuevo al Colón hacía la arena; pero ya era tarde y acabando de dar la vuelta el noble y desgraciado crucero, se hundió en el mar para siempre, salvándose a toda prisa los pocos americanos y españoles que había dentro. (30)

DEMARCACIÓN GEOGRÁFICA Y CARACTERÍSTICAS ARQUEOLÓGICAS DEL SITIO

El pecio del Colón se encuentra al oeste de la desembocadura del río Turquino a unas 48 millas náuticas de la bahía de Santiago de Cuba y a unos 64 m. de la costa. Sus restos se encuentran orientados de popa a proa tomando como referencia la fe de crujía del pecio a los 186º al Sur-suroeste a una profundidad de 9 m. en la popa y a 32 m. en la proa. Además de la visión del pecio, especialmente su imponente proa al mar, pueden verse esparcidos, en su perímetro circundante, anclas, chimenea, proyectiles y herrajes.

La inmersión en el pecio del Colón no está exenta de peligros, un mar con olas de gran fuerza que pueden atrapar a los buzos más intrépidos que se aventuren a franquear la auténtica pared de agua que se genera a la entrada de la playa de la Mula. También hay que tener en cuenta que por encontrarse el pecio del Colón en la desembocadura de un río, especialmente después de haber llovido, podemos encontrar una bóveda de sedimentos cubriendo el Colón, lo que hace que sea complicado o hasta que incluso se imposibilite el buceo hasta que no mejoren las condiciones de visibilidad.

La inmersión en el pecio debe ser realizada con absoluta calma para no remover el sedimento que vierte el río Turquino y así disponer de la máxima visibilidad posible que a veces, si el tiempo y el mar acompañan, puede ser de hasta de 30 metros.

Un posible recorrido realizando la inmersión desde una embarcación, sería iniciar el descenso sobre una enorme ancla de almirantazgo que se encuentra en la banda de babor del Colón de unos 5 metros de altura, que se halla semienterrada como si quisiera aún retener el barco fondeado y unida a unos 10 grilletes de cadena de grueso calibre. Desde este punto nos dirigimos a la proa que está a unos 35 metros de distancia del ancla y a 27 metros de profundidad; da la impresión de que el navío de guerra esté dispuesto para el combate.

También es importante comenzar la inmersión por la proa, que es la zona más profunda del pecio, para respetar la curva de seguridad y no entrar en descompresión, realizando el retorno hacia la popa y así, ir ascendiendo progresivamente.

El pecio yace sobre un lecho de arena siendo su estado general bueno, a pesar de los casi 120 años transcurridos desde su hundimiento. (31)

La profundidad ha protegido al Colón de la erosión de los rompientes. Su superestructura ha resistido el paso del tiempo y los huracanes, seguramente al estar construido en acero níquel, que le ha hecho menos vulnerable que los otros navíos, sus compañeros de infortunio.

El acero inoxidable de casi 30 cm. de espesor de su coraza ha impedido que colapse su cubierta y es posible adentrase en su interior, pero con las máximas precauciones, y así poder visualizar las numerosas escotillas, piezas de artillería Armstrong de 152 y 120 mm., también algunos cañones de tiro rápido Nordenfellt de 57 y 37 mm y munición del calibre 7,62 para el fusil Mauser, modelo 1893; algunas de ellas dispuestas perfectamente en peines de 5 unidades.

El mayor atractivo de este buque es, sin lugar a dudas su bodega repleta de munición, en la que los proyectiles, en su mayoría, se guardan en peines de cinco o seis. Hay, literalmente, miles de casquillos de latón dispersos por el lugar. El recorrido continúa pasando la chimenea en dirección a la proa, parando para contemplar uno de los cañones de cubierta de 6 pulgadas, cubierto de coral. A continuación se cruza al lado de estribor, encontrando la superestructura posada en el lecho marino. Tras inspeccionar con detalle la zona, podemos encontrarnos con todo tipo de artefactos, como linternas de latón, munición, herramientas y potros muchos recuerdos de tiempos de antaño, donde la historia languidece entre coral y arena. (32)

El Colón se encuentra escorado a estribor unos 30º con la misma torsión general en el mismo sentido; su exterior es un auténtico caos de hierros retorcidos pero pueden identificarse los engranajes y la torreta del cañón Armstrong de 254 mm. nunca instalado, así como las chimeneas caídas a estribor. La popa se encuentra desprendida y se ven los inmensos engranajes que movían su eje, apreciándose claramente unos estabilizadores y restos diversos.

El buque resulta uno de los mejores conservados, entre los de su tipo, del mundo, si se tiene en cuenta su cercanía a la costa y sus casi 120 años sumergido en mar abierto, y en aguas tropicales. Algas, esponjas, corales y gorgonias colonizan el pecio y su interior está lleno de peces tropicales; en definitiva, rebosa vida y esta es la paradoja, una máquina concebida para la guerra convertida en un biotopo submarino.

Algunos de los elementos que han permitido la conservación del pecio, son:

  • Estado casi indemne del buque cuando su capitán decide hundirlo.
  • Pocos años de explotación del barco desde su botadura (menos de 2 años). Prácticamente era un buque flamante cuando fue hundido y poseía una estructura blindada de 120 a 150 mm. de acero inoxidable en el casco.
  • El grueso espesor en los blindajes exteriores y en las superestructuras de tabiques y cuadernas del buque.
  • Está sumergido en una zona profunda, a pesar de su cercanía a la costa.
  • Sedimento de arcilla cálcica y lodo de aluvión, que disminuye los procesos de oxidación, fundamentalmente en las zonas cubiertas por este substrato.
  • Cambios bruscos en las concentraciones de cloruro, disueltas por la incorporación de corrientes de agua dulce.
  • Alguna dificultad para el acceso al pecio, lo que limita en alguna medida la depredación y el impacto antrópico indirecto. (33)

5.- Conclusión

El final del Colón determina el fin del imperio español. Es el propio historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, quien declaró “que es un símbolo importantísimo que el último buque que llevó la enseña española en aguas americanas se llamase, precisamente, Cristóbal Colón, y que procediese de Génova, de los astilleros genoveses, donde Ansaldo había realizado las últimas pruebas de su reforzamiento aunque la nave carecía de los pesados cañones que hubiesen sido indispensables para mantener a raya a sus perseguidores”. (34)

A las 13,15h. de la tarde del 3 de julio de 1898 terminaba todo; en cuatro horas se perdieron 29.000 toneladas en buques y más de 112 cañones, convirtiéndose esta efeméride en el “desastre del 98”.

El daño (infringido a los barcos) no venía tanto producido por los propios impactos y explosiones, sino porque originaron serios incendios en los buques, que causaron nuevas bajas y averías, explosiones, etc. Tales incendios se vieron facilitados porque los buques de la época, aunque de acero, utilizaban todavía profusamente la madera en cubiertas, aparejo, superestructuras y como elemento auxiliar, aparte de muebles y otros enseres. (…) También debe considerarse al contemplar los restos calcinados de los buques españoles con que, al ser abandonados, los incendios se propagaron sin control, hasta que se apagaron por sí mismos, tras consumir todos los elementos combustibles y provocar nuevas explosiones secundarias, ofreciendo una imagen de destrucción mucho mayor de la que podían dar los buques cuando fueron embarrancados. (35)

Pero había más. Los cañonazos de la armada americana hundieron más que barcos, todo un mundo de ilusión y de mentira –no tardaría Valle Inclán en retratarlo con el nombre de esperpento- y revelaron lo que muchos sabían y pocos decían: el atraso, la pobreza, la injusticia, mal encubiertos por el oropel de una retórica altisonante, evocadora de antiguas glorias para mejor disimular las lacras del presente. (36)

Con el “desastre del 98” se concluye en Cuba una guerra que había comenzado treinta años antes, y aunque hubo largos periodos de paz y autonomía, se vivió un mar de fondo que llevó el dolor, el sufrimiento y la angustia a millares de hogares españoles y cubanos. Y nos referimos especialmente a aquellos que no regresaron, aquellos esforzados y heroicos marinos y militares que regaron con su sangre las cubiertas de los barcos y la tierra cubana y filipina, en un sacrificio inútil.

El 10 de diciembre de 1898 se firmaba en el Ministerio de Negocios extranjeros de París el Tratado de Paz, por el cual España perdía la soberanía de Cuba, Puerto Rico, Guam, el archipiélago de las Marianas y las islas Filipinas. Unos días después, el 1 de enero de 1899 en el Palacio de los Gobernadores Generales de La Habana se protocolizaba el acto solemne por el cual dejaba de existir la soberanía española en la isla, tras 406 años de permanencia, y comenzaba la de los Estados Unidos.

Desde un punto de vista sobre el patrimonio subacuático que representa la escuadra hundida, deben hacerse algunas consideraciones:

El gobierno norteamericano autorizó la explotación particular de los cascos hundidos, ocasión que aprovecharon algunos españoles residentes en la isla y sus amigos cubanos, encabezados por el práctico del puerto de Santiago que, en unión de cuatro personas más que quedaron sin empleo tras el desastre, comenzaron los trabajos de buceo y recuperación de materiales. En el Vizcaya, aún quedaban esqueletos desgarrados por los tiburones, recuperaron sables y revólveres y una caja fuerte con 2.100 centenes. (37)

Con la ayuda de explosivos, este atípico conglomerado de gentes (jamaicanos, americanos y otros aventureros) se lanzó a la depredación de los restos, pereciendo por imprudencia 11 de ellos, logrando recuperar el equivalente a 13.000 pesos en monedas inglesas y españolas. (38)

El Colón ha sido mudo testigo de acciones extremas, como fue el hecho de dinamitarle la amura de babor en 1985, para abrir un acceso hacia un compartimento donde supuestamente estaría un arcón con la paga de la flota. El autor de esta atrocidad esgrimía el argumento, ya conocido, de que el día antes del desastre, el almirante Cervera se había reunido en el Colón, el buque más veloz y de mejores condiciones técnicas con los comandantes de su Escuadra (…) y que trataría de salvar lo que (Cervera) no confió dejar al arzobispo de Santiago de Cuba en medio de un conflicto de imprevisibles consecuencias. Este fue el móvil para que el reconocido investigador y buceador Jaques-Ives-Cousteau volara una parte de la banda del pecio, en busca de lo que aún hoy no se sabe si encontró. (39)

El patrimonio cultural del Parque Arqueológico Subacuático vinculado a la Batalla Naval de Santiago de Cuba se ve amenazado no solo por las actividades ilícitas furtivas, sino también por actividades autorizadas, “no reguladas científicamente”, dirigidas hacia dicho patrimonio. En consecuencia, muchos sitios arqueológicos subacuáticos están siendo objeto del expolio irracional de sus bienes y evidencias (…) (40)

El saqueo y la destrucción de los pecios de nuestros mares conllevan, irremediablemente, a la pérdida irrecuperable del patrimonio común. Urge la imperiosa necesidad de crear mecanismos legales para proteger jurídica y materialmente este patrimonio cultural subacuático, a fin de garantizar que este legado, que es un tesoro, llegue a las presentes y futuras generaciones, como parte, no solo de la historia de España y la herencia cultural de Cuba, sino como patrimonio de toda la Humanidad.

Fuentes de Información / Bibliografía
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