Restos humanos en el pecio del crucero Cristobal Colón
Artículo elaborado para SIMPOSUB 2015 (Santiago de Cuba, 3 de Julio de 2015) a través de la compilación de datos del profesor D. Ángel Fuentes Domínguez, profesor titular de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y experto en investigaciones forenses.

1.- Introducción histórica

Durante siglos, numerosos buques de todas las épocas, cargados de tesoros y reliquias históricas han permanecido sumergidos ante la indiferencia general.

Es un patrimonio que no ha sido accesible prácticamente a nadie durante mucho tiempo… aunque en el siglo XVIII aparecieran diferentes métodos para explorar el fondo submarino.

Hasta el descubrimiento de la técnica de la escafandra autónoma y su popularización después de la segunda Guerra Mundial, el patrimonio cultural sumergido se encontraba relativamente seguro…hasta que aparecieron los expoliadores a gran escala.

Pero no todos los pecios contienen tesoros…algunos sí contienen otro tipo de tesoros, tesoros menos vistosos, pero más importantes, como la historia y la cultura. Historia y cultura, como la que yace en la costa santiaguera.

En la serie documental “La última batalla del almirante Cervera”, realizada por la empresa cubana CARISUB en 1991, podemos oír, en su capítulo 2, una voz en off que dice lo siguiente:

“…llegué a un estrecho camarote…

…restos humanos…

…el cráneo está hendido por un impacto de metralla...

…con el tiempo, el barco se ha ido deslizando a las profundidades, donde están muchos restos de marinos muertos…y los destructores Furor y Plutón…”

Fragmentos de imágenes del documental elaborado por CARISUB, referido en el informe forense

El 3 de julio de 1898 perdieron la vida en total 260 tripulantes de la escuadra española. Los fallecidos lo fueron a causa directa del combate: impactos del enemigo, incendio y explosiones a bordo de los buques españoles; por ahogamiento en el momento de salir a la playa o por disparos de tropas insurrectas. De los 551 miembros de la dotación del crucero Colón, murieron 21. Se conoce dónde murieron, y ningún miembro se quedó en el barco.

En 2012 acudí al Laboratorio de Arqueología Forense de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) para averiguar si realmente lo que se emitió en el documental referido de CARISUB tenía verosimilitud, si era verdad, y esto es lo que obtuve de él…

Informe sobre restos humanos relacionados con el pecio del “Colón” -- Ángel Fuentes Domínguez

Laboratorio de Arqueología Forense. Universidad Autónoma de Madrid - Mayo 2012

2.- Informe sobre restos humanos en el pecio del buque Colón

D. Ángel Luis Cervera se persona en este laboratorio y solicita un informe sobre los restos humanos que aparecen en una grabación realizada en el pecio del buque de guerra Colón de la Marina Española, hundido por orden de su capitán para evitar su apresamiento en 1898.

Los antecedentes que nos son referidos indican que la tripulación salió al completo del buque, tanto superviviente como posible fallecidos; por lo que no consta que quedara ningún miembro de la tripulación ni permaneciesen restos humanos. Frente a ello está la evidencia de una grabación en la que se observan claramente restos humanos en su interior.

Se nos deja para análisis un fragmento de filmación de 2 minutos 33 segundos y 17 fotografías del cráneo mayoritariamente, extraídas de la filmación, desde varios puntos de vista que reflejan todas las normas craneanas excepto basal y occipital. Dicha filmación aparentemente pertenece a los capítulos II y III de una película datable en 1991 efectuada por la empresa “Carisub”.

En este informe participan para su elaboración D. Javier García González, especialista en tratamientos digitales de información y el Dr. D. Borja Vargas, médico internista. Ambos, colaboradores habituales de este Laboratorio, expresan su opinión profesional a demanda mía.

3.- Punto de partida legal

A pesar de que la legislación internacional del Mar apenas se fija en la parte más comercial de los pecios (nave y mercadería) o, como mucho, de su valor histórico y arqueológico, sin embargo son muchos otros los puntos de interés y a veces caballo de batalla legal que ofrecen este tipo de naves hundidas.

La presencia de restos humanos en una nave de guerra española puede cambiar radicalmente la situación legal e histórica del pecio del Colón; pues es sabido que las autoridades españolas consideran que los barcos de guerra que contienen restos humanos o pudieran contenerlos son, antes que simples pecios con su tratamiento legal internacional que correspondiere, cementerios marinos; por lo tanto excluidos de cualquier tratamiento como barcos convencionales y su consideración económica de explotación, extracción u otros.

Así, cabe recordarse la larga lucha legal que mantuvo el Reino de España en los tribunales norteamericanos a propósito de los galeones La Galga y Juno (hundidos en el siglo XVIII ambos) cuando fueron localizados frente a las cosas de Virginia y se trató de recuperar con fines comerciales.

Ayudar a determinar si en este pecio se encuentran restos humanos que pudieran pertenecer a españoles presentes en el Colón cuando el episodio militar que acabó en su hundimiento, es el objetivo prioritario de este informe.

4.- Restos humanos en pecios marítimos

Es un hecho científicamente indiscutido que la recuperación de cadáveres, en forma de restos óseos, es algo extraordinariamente infrecuente en arqueología submarina (Arnaud y otros, 1978).

Siendo que los restos en el agua tardan aproximadamente el doble en sufrir procesos de descomposición que en tierra, sin embargo el agua no es en modo alguno un agente conservador ni induce procesos específicos de conservación a largo término; más bien al contrario, la materia orgánica cuenta con inmensas dificultades de conservación a medio plazo (Gunn, 2009, 31 ss.) , mayores aún que en tierra pues se trata de materiales no pensados para permanecer en un medio salino como es el marino (Robinson, 1998) y para los que éste resulta excepcionalmente dañino.

Los restos óseos, tanto animales como humanos, cuando han aparecido han sido siempre en contextos cuya excepcionalidad explica en gran medida su conservación, tanto en aguas continentales, dulces y menos agresivas que las marinas (Cenotes mejicanos o momias de las turberas norte europeas) como en aguas marinas.

En éstas, que son las que nos interesan ahora mismo, los hallazgos son todavía más raros. A menudo proceden de barcos hundidos y sepultados bajo mucho lodo, en un ambiente anaerobio con humedad constante y temperatura hasta cierto punto poco oscilante.

Para lapsos de tiempo como los que contamos para el Colón, los restos humanos se han conservado en aguas gélidas, como es el caso de la Expedición Franklin, dos navíos británicos atrapados por el hielo y hundidos en aguas de Groenlandia (Rondeau, 2010). En los restos de este pecio doble se han recuperado hasta 400 fragmentos de huesos de, al menos, 11 individuos aproximadamente de los 129 marineros que aparecían como enrolados. Sólo 4 fueron identificados positivamente.

Más abundantes y mejor preservados han sido los restos del HMS Victory, hundido en aguas del Canal de la Mancha en 1744 y que al tratar de recuperar un cañón, se encontraron restos humanos bastante bien conservados aunque muy fragmentados y aislados, pero siempre cubiertos de sedimento marino (Cunningham y Tolson, 2010: 2).

Más chocante es el caso del pecio de La Española, un barco mercante español del siglo XVIII hundido en las costas de Filipinas y cuya recuperación ha dejado restos inorgánicos, como lozas y algún hueso posiblemente humano, pero ni un resto siquiera del propio barco (Orillaneda, 2003), que expresa muy bien la dificultad de conservación de restos óseos bajo el agua marina.

Por el contrario son innumerables los casos en que búsquedas de restos humanos de batallas navales, como en algunos barcos del Pacífico de la 2GM han dado resultados negativos sistemáticamente; o el más conocido caso del Titanic, cuyo pecio visitado profusamente desde su descubrimiento con tecnología muy resolutiva de documentación, no ha podido localizar hasta la fecha ni un solo resto humano en el interior del transatlántico.

5.- La Película

Ante la duda que suscita la aparición gráfica de restos humanos en lo que el Sr. Cervera considera con certeza ser el pecio del Colón, una primera tarea trata de averiguar si las escenas del barco y de los restos humanos son parte de la misma filmación. O pudieran provenir ambas de contextos diferentes, películas distintas, inserciones de trozos de una filmación en otra, etc.: cualquier detalle que ayude a explicar la rareza de la aparición de restos en el barco hundido.

La filmación que se nos ofrece es un fragmento de una filmación seguramente mayor. Su formato digital permite averiguar aspectos básicos de nuestras preguntas con un análisis bastante simple de comparación de pixelados de los distintos fragmentos o lo que en la película parece ser escenas diferentes.

Sin embargo se detectan en todas las secuencias unas manchas blancas que aparecen esporádicamente, tanto en las escenas de los restos como en otras, a modo de “chispas” que son características del envejecimiento de una película de acetato. Por lo que hay que suponer que la película original fue realizada en un sistema analógico como la película.

Por otra parte, se observa en todo el fragmento remitido una trama de fondo en forma de rejilla, característica de programas de retoque de imágenes y no generados por la cámara. Por lo que cualquier diferencia observable en caso de adición o ensamblado de filmaciones diferentes queda borrado por el tratamiento posterior a la digitalización.

Tampoco se puede deducir de otros aspectos formales o de escenario, las diferencias de iluminación y fondo son las mismas y no se deben sino a la orientación de la grabación a la iluminación.

Por lo demás, no existe ninguna referenciación explícita de la grabación con restos humanos respecto del barco, ni un plano largo que uniera ininterrumpidamente pecio y huesos, o un plano general en el que aparecieran ambos. Por lo tanto ni se descarta ni se prueba que estos restos pudieran estar aquí como se sugiere en la voz en off que lo manifiesta expresamente.

6.- Los restos humanos. Localización

Un primer asunto que hay que resaltar es la extrañeza que causa la aparición de los restos humanos prácticamente sin cubrir. Esto es altamente infrecuente (si bien hay casos documentados), especialmente por el tiempo transcurrido.

Los restos aparecen en el interior del barco, en zona de bodegas, sentinas o similar, sobre una cama de arena que apenas la cubren o no la cubren en absoluto.

Llama la atención poderosamente que no haya ningún otro resto del barco, ni mueble ni inmueble a su alrededor, ni cama, ni lecho, ni suelo, ni objetos, nada que indique que este cadáver está en un escenario real, sea cual fuere, que falta absoluta y significativamente. Más parece que los huesos están sobre una cómoda cama de arena, del pecio o no, que en un escenario real.

7.- Apariencia

Los restos humanos aparecen perfectamente conservados, desprovistos de cualquier tejido o resto orgánico original, conectivo o de cualquier otro tipo. Mantienen una superficie alisada, sin fragmentaciones de ningún tipo ni erosiones observables a primera vista; aunque en algún hueso del esqueleto post axial, se pueden observar lesiones por presión de los huesos entre sí o con algún cuerpo pesado y duro, como suele ocurrir en los enterramientos “en tierra”. Por el contrario no se observa ninguna lesión ni pulimento debido a la fricción de los restos entre sí por causa de los movimientos marinos, que es habitual en los restos arqueológicos marinos no enterrados (también en ellos), el efecto de lijado por la acción de la arena en movimiento.

Los huesos no tienen ninguna coloración acorde con quedar expuestos al agua, porque en este caso a menudo adquieren un color oscuro propio de la actividad bacteriana sobre la superficie expuesta (Cunningham y Tolson, 2010: 2). Sintomáticamente el agua del pecio muestra una alta concentración de partículas en suspensión, prueba de la riqueza orgánica de estas aguas subtropicales someras, por lo que esta ausencia resulta todavía más llamativa y sospechosa.

Tampoco muestran, de no suceder este ataque bacteriano, que la superficie adquiera el aspecto de desagregación de placas y las cavitaciones provocadas por la disolución de la osteína (parte orgánica del hueso) por la hidrolisis. Cuando esto sucede, el hueso adquiere un apariencia esponjosa (Hamilton, 2001: 314) ausente también en este caso.

Ni siquiera los huesos muestran adherencias de ningún tipo, ni ataques de plantas marinas, ni de animales en forma de mordidas o erosiones de ningún tipo. Ni tampoco se han adherido moluscos marinos, cosa absolutamente normal en los hallazgos arqueológicos submarinos.

Resulta revelador, aunque desde el punto de vista técnico es ridículo, que los restos aparezcan en un primer momento cubiertos por algo que se separa inmediatamente con la simple agitación del agua de alrededor. La arena, escasa, sobre alguno de los huesos (cráneo básicamente, porque los demás no lo tienen) no se ha adherido, sino que se ha depositado encima recientemente.

La pregunta es ¿si se deposita arena… por qué no están los restos cubiertos tras cien años?, en caso contrario ¿Quién puso esta arena encima, o cómo llegó a posarse?

8.- Disposición

Aunque los restos aparecen en la filmación de manera ordenada, casi natural, no es así de ninguna manera.

Lo primero que llama la atención es que hayan llegado hasta la fecha, casi cien años después de producirse el hecho, sin apenas alteración, habida cuenta de que quedaron siempre no enterradas. Ni el ataque de animales, ni de plantas, ni los efectos de los ciclones que afectan las costas cubanas todos los años, han sido capaces de mover los restos o dispersarlos lo más mínimo. Esto resulta poco menos que increíble.

Por otra parte, si lo que decimos fuera en verdad posible, los restos no están colocados en posición anatómica. Faltan datos certeros para asignar lateralización cierta a los mismos, pero la ubicación es caprichosa, con contactos anómalos de huesos largos de piernas y manos (cúbitos y radios proximales con epífisis distal de fémur).

Por cierto, también faltan huesos pequeños y que aguantan la intemperie tan bien o mejor que los huesos grandes como pelvis, fémures, tibias, cúbitos o radios. Ni una sola costilla, ni falanges, ni tampoco un solo diente.

La agrupación de estos restos es ilógica y caprichosa, simula un ensamblaje humano, pero parece haber sido hecho por alguien que desconoce los elementos básicos de la anatomía humana. Y se han reunido huesos de gran tamaño, pero no aparece ninguno de menor porte, incluso siendo más duros y resistentes que los que aparecen.

9.- El individuo

Si los huesos y el cráneo pertenecen al mismo individuo, cosa que, sencillamente, no podemos precisar, estamos ante un individuo de sexo masculino, por la rotundidad de su mastoides, el ángulo gonial mandibular, las cuencas orbitarias, la visera supraorbitaria, y algunos caracteres discretos más.

La edad no se puede precisar, pero aventuro que sea la de un adulto avanzado, hacia senil, ya que tiene el temporalis soldado, cosa que sucede a partir de la cincuentena de manera habitual.

10.- La bala

Junto a los restos humanos se ve una bala de munición de guerra, perfectamente podría tratarse de una bala sin percutir del calibre 7 X 57 u 8 X 57 empleado en los fusiles de cerrojo Mauser utilizados por el ejército español en la época.

Sin embargo la alteración de la bala, en forma de rugosidades, no deja de plantear problemas. Llama la atención que la parte del proyectil, de plomo esté alterada en gran medida, y, por el contrario, la vaina, de metal de cobre, latón o bronce, esté casi lisa, nada alterada.

Esto más bien parece corresponderse con una alteración de metales en medio terrestre y no en marino. El plomo es altamente inestable en medio terrestre, donde llega a mineralizarse en unas (pocas) decenas de años. Sólo en caso de que el proyectil tuviera camisa de cobre, su conservación es mejor. En medio marino su conservación es delicada, pero es estable a un plazo mucho mayor de tiempo.

Sin embargo, con el cobre es al contrario. Las sales de cobre, especialmente cuprita, es altamente tóxica en medio terrestre e impide el ataque de cualquier microrganismo a la pieza hecha con este metal, siendo que suele evitar el ataque de hongos o bacterias a cualquier material orgánico en su contacto, actuando de medio conservante muy poderoso.

En el mar es todo lo contrario, pues los compuestos de cobre son anfotéricos y se disuelven en agua, motivo por el cual dan lugar a cloruros y sulfatos de cobre que afectan profundamente el metal.

El patrón de corrosión de esta bala es inverso a lo que es normal en agua y se corresponde más con el de tierra. Lo que sugiere que la bala pudiera proceder de un hallazgo terrestre y se ha traído al agua a posteriori.

11.- La hipótesis de la muerte violenta

En principio la narración de la película se fija exclusivamente en el cráneo para argumentar la muerte violenta del individuo; si bien el Sr. Cervera añade también la sospecha de otra posibilidad para ser tenida en cuenta: la del suicidio del individuo. En todo caso sólo tenemos el cráneo como elemento de análisis.

12.- El suicidio

El cráneo presenta una perforación irregular, de forma alargada hacia oval, de una longitud aproximadamente entre 2 -3 cm por 1’5-2 cm de anchura media en el frontoparietal izquierdo. Esta perforación podría sugerir el orificio de salida de un disparo, hipotéticamente causado por un suicidio. En este caso el arma habría que sospechar que fuera un fusil, en consonancia con el hallazgo al lado de su munición (que por cierto, estaba sin percutir).

Frente a lo que se supone, es muy complejo el suicidio con un arma de guerra. Por su longitud hace casi imposible el que una persona pueda colocarla cerca de su cabeza y apretar a la vez el gatillo con la fuerza necesaria, sin moverse sustancialmente.

Este tipo de suicidios si son más factibles (aunque con unos porcentajes altísimos de fallo) con escopetas de caza, de menor longitud. En todo caso depende de la envergadura del suicida.

En este caso habría que haber metido la bocacha del fusil en la boca del individuo, pero no fue éste el caso a juzgar por el agujero de salida, que indica una trayectoria de abajo arriba.

Los suicidios en la postura que la trayectoria indica son muy complicados. Generalmente al disparar (en posición aún más difícil que la de embocar el cañón) se suele mover el suicida y el disparo suele afectar el esplacnocráneo, con gran devastación de tejidos pero no siempre con resultado mortal. Pero son posibles.

No obstante no parece que haya sido éste tampoco el caso. La trayectoria obliga a una entrada del proyectil desde la zona del mentón o bajo la rama mandibular, lo que hubiera afectado necesariamente el hueso palatal y etmoides, lo que no parece haberse producido. La entrada por paladar blando, siempre complicado de demostrar en los casos forenses incluso bien conocidos, conllevaría una trayectoria distinta a la mostrada por la fotografía.

Por lo demás, ni el agujero de salida ni el cráneo parecen haber sido producidos por un disparo, sea del tipo que sea; falta, por ejemplo cualquier vestigio de estallido craneal por efecto hidrodinámico del disparo. Ni siquiera se observan fisuras. Aparte de lo anómalo de la forma del agujero de salida.

Además, hacia sagital, el agujero muestra una cresta exterior ligeramente saliente y esa fractura muestra bordes de haberse producido post-mortem.

En todo caso esta perforación craneal, que se observa muy mal en las imágenes, al faltarnos visiones más claras y precisas, está muy alterada por sombras proyectadas que le otorgan un aspecto de ser mucho mayor de lo que resulta en realidad y muestra unos bordes ajenos a la salida de un proyectil, tiene un tamaño inconveniente para un agujero de salida, máxime de un fusil, y tiene una excrecencia exterior de muy difícil evaluación, pero inexplicable en una lesión por arma de fuego.

Debería, en mi opinión, excluirse la hipótesis de un suicidio, al menos a juzgar por lo observado en este cráneo.

13.- La muerte por estallido

En la narración se habla de la metralla como causa de la muerte. No se explica qué tipo de explosión con metralla se puede producir en un navío que fue hundido exprofeso.

Desde luego no vieron los narradores otro hueso con restos de esta metralla. Tampoco la perforación del cráneo sugiere que pueda tratarse de metralla, por los bordes tan delimitados que presenta (suelen ser más irregulares). Además ya hemos aludido a que muestra un reborde hacia el exterior, señal inequívoca que se produjo de adentro afuera. La metralla tuvo que impactar de afuera adentro. A no ser que se piense en un orificio de salida de metralla, con lo que valdría el mismo argumento que el expuesto para el hipotético caso de una bala como causante de este orificio. En este caso, además, debería explicarse cómo fue posible este acceso dejando un reborde adherido, que se observa con dificultad pero que en algún fotograma es evidente.

En resumen da la impresión que la perforación del frontal del cráneo es producto de un acontecimiento post mortem, cuando el hueso ya estaba seco y fue producido por un objeto de hoja no cortante, que entró por la parte inferior del cráneo saliendo por este frontal izquierdo.

14.- Patología del individuo

Un aspecto que ha pasado inadvertido hasta la fecha a los buceadores, así como a quienes han analizado previamente este caso, es que el individuo al que pertenece el cráneo, sufría de una patología muy severa, que se observa en la cuenca orbitaria izquierda.

En detalle, es evidente la amplia afectación, con remodelación ósea, de esta cuenca orbitaria. Se ve nítidamente que se ha producido una importante alteración de todos los huesos que convergen en la cuenca orbitaria. Es especialmente visible en el margo orbital externo, con remodelación y ampliación completa del techo orbitario, que se expande anormalmente hacia lateral.

Lo mismo cabe decir del suelo orbitario, inexistente y de la pared de la fosa nasal, claramente desaparecida por la enfermedad, según se deduce de las aristas romas y la forma de la destrucción. No se observa si esta afección alcanzó también el etmoides, como parece probable.

Sin embargo en visible y patente que el desplazamiento del arco orbital, rompe el arco cigomático, provocando una alteración correspondiente del malar, en forma de protrusión.

La causa de esta profunda y avanzada remodelación ósea es complicada de evaluar. No importa en este informe realizar un estudio patológico que explique la causa de esta lesión ni de la enfermedad que la causó, faltando además los oportunos estudios radiográficos e incluso la observación directa; sino que importa más bien efectuar un diagnóstico sindrómico que permita explicar las consecuencias de esta enfermedad (más que la lesión) para la persona que la sufrió, así como las consecuencias de las mismas en su vida cotidiana y su propia presencia en el buque.

La profunda remodelación ósea parece descartar en primer lugar un origen infeccioso o tumoral. Para ello carece de la suficiente destrucción de tejido óseo que acompaña estas circunstancias. Acaso se podría ver algún resto de posible evolución infecciosa en los senos paranasales, que parecen, los izquierdos, más neumatizados que los contrarios y muestran unas salidas al exterior a la altura del torus supraorbitario que quizás pudieran corresponder a una infección de repetición, con drenaje porótico anómalo, en probable relación con el episodio general que afecta a toda la cuenca.

Más bien habría que pensar en una enfermedad de lentísima evolución y no agresiva, localizada a nivel intraorbitario, lo que explicaría la escasa destrucción tisular y el haber dado tiempo a la adaptación del hueso a la intensa presión intraorbitaria, origen de la remodelación observada.

Hay un buen número de enfermedades posibles y que explicarían estas lesiones, desde las autoinmunes, hasta tumores benignos y otras; pero no se trata de especular sobre posibilidades. Lo que es absolutamente plausible es que esta lesión conllevara la exoftalmia. Por lo tanto habría que explicar qué marinero sería dado por apto para el servicio a falta de un ojo y con una afección tan severa, y –caso de no pertenecer a la marinería- quién trabaja en las bodegas o calderas de un barco, con el humo, hollín, etc., con una supuración constante y las limitaciones que esta enfermedad conllevaría a su poseedor.

Este cráneo es muy interesante por lo anómalo; es un típico cráneo de colección patológica, docente o comparada; más que el cráneo de un soldado o trabajador de un barco de guerra, y en tiempo de guerra.

15.- Conclusión

No existe ninguna certeza de que los restos humanos estén asociados al pecio que aparece en la imagen y del que no se pone en duda que pertenezca al “Colón”. Nada permite asociar una cosa a la otra.

Los restos humanos y el único hallazgo asociado (una bala) no muestran signos de haberse sometido a putrefacción en un medio marino, sino que más bien muestran rasgos tafonómicos característicos de la evolución bajo tierra. Tampoco parecen formar una tafocenosis o escenario tafonómico comprensible y lógico; más bien parecen haber sido acumulado de manera artificial.

No hay ninguna razón para pensar que la muerte del individuo se haya podido producir de manera violenta, ni por impacto de bala o metralla, ni por una acción autolítica.

El individuo en sí, a juzgar por el cráneo, sufría una enfermedad grave pero no letal, de larga evolución, que le imposibilitaba de manera palmaria para ejercer sus tareas tanto como marino, como trabajador, en un buque de guerra.

16.- Sugerencia interpretativa

Personalmente me inclino más bien a pensar en una filmación de apoyo o complementaria para dotar al reportaje del Colón de una dramatización necesaria desde el punto de vista cinematográfico.

Pare ello se han podido emplear restos humanos de aspecto compatible con lesiones traumáticas y de guerra, traídos de alguna colección u osario, y colocados como se supone que estarían bajo el mar. Ello no para forzar ninguna interpretación predispuesta, sino como simple apoyo cinematográfico, para lo que se ha supuesto y aportado un resto humano como protagonista o testigo mudo de la historia del Colón. Es decir, nada que ver con la historia verdadera según es conocido por fuentes documentales; con las que esta grabación no puede entrar en colisión de ninguna manera.

Madrid, 12 de mayo del 2012.

Ángel Fuentes Domínguez Laboratorio de Arqueología Forense UAM.

Fuentes de Información / Bibliografía
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CUNNINGHAM y TOLSON (2010): Cunningham Dobson, N y Tolson, H. “Note on Human Remains from the Shipwreck of HMS Victory, 1744” Odyssey Papers, 11, 1-9
GUNN (2009): Gunn, A. Essential Forensic Biology (2ª Ed). Cap. II: “Human Remains: Decay, DNA, Tissue and Fluids”, 10-ss. Hoboken NJ (John Wiley and Sons).
HAMILTON (2001): Hamilton D.L. “Conservation of Cultural Materials from Underwater Sites”, Archives and Museum Informatics, 13, 291-323
ORILLANEDA (2003): Orillaneda, A. "A Status Report of Philippine Underwater Archaeology from 1996-2003", en Proceedings of the Society of Philippine Archaeologists, (Katipunan Arkeologist in Philipinas, Inc. KAPI), Quezon City.
ROBINSON, (1998): Robinson, W. “Part II, Chapter 4 – Materials, Objects and Finds: Organic Materials”, en First Aid for Underwater Finds. Londres (Archetype). 2 5-50.
RONDEAU (2010): Rondeau, R.M. “The Wrecks of Franklin’s ships Erebus and Terror; their likely location and the cause of failure of previous search expeditions” The Journal of the Hakluyt Society (marzo), 1-11.
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