Señor Presidente de la Academia de la Historia, autoridades académicas, señoras, señores, amigos todos……..
Me siento profundamente honrado por haber sido aceptado como miembro correspondiente en la Academia de la Historia de Cuba, y quiero agradecer a todos los que me ayudaron a que esto sucediera, desde mi familia de allí, la española, hasta la de acá, la cubana. El honor concedido es el premio al trabajo de mucha gente, y no solo de quien les habla.
Yo, que soy un profesor universitario dedicado a la comunicación, admito que me fui adentrando en la Historia de forma involuntaria, casi sin querer, sin hacer apenas ruido, sin grandes alharacas, sino interesándome por lo que ya, desde niño, había conocido.
En la casa que mi familia tenía en Puerto Real (Cádiz), con más de 150 años de historia, había una estancia que llamábamos “el Museo”. Solía estar con las cortinas echadas, y casi siempre en semipenumbra. Colgados de la pared se encontraban grandes retratos de mis antepasados… Yo entraba a veces, y de pequeño, me daba algo de miedo…pero con los años, fui acostumbrándome y me di cuenta que allí estaba encerrada parte de la historia de mi familia, y por ende, de la historia de la Marina y de España.
Allí conocí el significado de lo que era el pasado. Pero el pasado es algo que nunca podemos capturar de verdad; no podemos revivirlo ni volver a ello como podríamos hacerlo con un experimento de laboratorio.
Solo podemos representar el pasado como un paisaje distante, sin saber nunca con seguridad cómo fue realmente. En esto, los historiadores, como los fotógrafos o los pintores, no pueden ofrecer más que un reflejo de lo que un día fue, y ya no es.
A pesar de la abundante literatura escrita con motivo del centenario del desastre del 98 y de la Guerra hispano-cubano-norteamericana, muy poco se había escrito acerca del almirante Cervera en su dimensión profesional y humana, siendo la mayor parte referencias que solo se concretaban a su actuación, tan estimada como discutida, al frente de la Escuadra de Operaciones de las Antillas y en donde apenas encontramos valoraciones objetivas, sino defensores entusiastas o encarnizados detractores.
A lo largo de todos estos años tuve el privilegio de contar con un archivo inédito, apenas explorado, compilado inicialmente por el propio Almirante, primero, y por su hijo Ángel después, y pude examinar centenares de cartas y documentos originales entre mis manos.
En la soledad de mi despacho, por las noches, algunos documentos me emocionaban realmente al leerlos, escudriñar las tachaduras o borrones y, si cerraba los ojos, no me costaba trabajo entrar en una nueva dimensión que me cautivaba. A Sagasta, Cánovas, Bermejo y otros personajes históricos…, les podía “sentir y conocer” de otra forma, podía adivinar incluso su estado de ánimo enterrado tras una carta protocolaria.
Como cuando un niño descubre poco a poco el sentido del equilibrio al montar en una bicicleta, a mí me ocurrió algo parecido: pude mejorar mi equilibrio investigador “buceando” principalmente en el Archivo Personal del Almirante Cervera. La singladura ha sido muy larga, pero todos estos años me permitieron reposar mis pensamientos y sentimientos; matizar, aclarar, investigar, buscar en otros archivos y hasta sumergirme en los pecios donde yacen esos restos que son memoria de la historia común de España y Cuba.
La idea de plantear una nueva investigación acerca del 98 no era, ciertamente, novedosa. Sobre el “desastre del 98” se había escrito mucho y parecía lógico que después de tantos años transcurridos, ya debería haberse dicho todo.
Por otra parte, siempre me llamó la atención que en los textos escolares manejados en España durante el siglo XX, la llamada Guerra de Cuba apenas apareciese en el horizonte de los sucesos históricos. Es decir, como si no existiera… La deformación o el silencio de los hechos acaecidos durante buena parte del siglo XIX, generó contenidos educativos que llegaron a las generaciones jóvenes totalmente desvirtuados y descafeinados. La Enciclopedia de Dalmau y Carles, por ejemplo, despachaba la cuestión colonial de España en menos de un renglón: “Dos años antes de finalizar el siglo XIX, perdimos Cuba y Filipinas”, así de breve…
Sin embargo, a medida que estudiaba más sobre Cervera me daba cuenta que no todo se sabía, que él había preferido callar que rebelarse, aun cuando hubiera estado cargado de razones. La primera pista me la dio un periodista español,Joaquin Pimentel, que en 1901, escribía esto sobre Cervera:
“El almirante Cervera es modesto, afable, cortés, prudente y cariñoso, atento y comunicativo con sus amigos; pero reservado siempre con todos en cuanto rebasa determinados límites: la razón de Estado, la susceptibilidad de los hombres de gobierno, y cuanto pueda considerarse dentro de la esfera de lo público es para el general infranqueable barrera a su opinión que guarda en el secreto de su conciencia y en el santuario de su deber”.
Esto lo escribía Pimentel en 1901, cuando Cervera ya había sido absuelto de su Consejo de Guerra, y cuando a él le podía haber resultado beneficioso exculparse ante la opinión pública y señalar, claramente, a los verdaderos responsables del desastre.
Sin embargo, Cervera prefirió no hacer daño a nadie…y callar.
Mis argumentos se reforzaban a medida que iba interpretando las opiniones de algunos protagonistas de aquella guerra, y poco a poco comprendía mejor al personaje y su época.
Henry Cabot Lodge, que era Senador de los EE.UU., escribía en 1899: “La historia de la guerra de los Estados Unidos con España, en su más amplio y verdadero sentido, no podrá ser escrita hasta que pasen muchos años, porque hasta entonces será imposible reunir todo el material necesario ni tampoco obtener la exacta perspectiva y proporción, que solamente la distancia puede dar”.
En 1900, el capitán de Navío Victor Concas, Comandante del Crucero Infanta Maria Teresa, y Capitán de Banderas de la Escuadra de Cervera, escribe: “Para estudiar una guerra determinada hay que describirla tal como fue, y no como pudo haber sido a juicio o conveniencia del autor, pues por nuestra parte, habiendo sido en ella testigo presencial, podemos asegurar que muchas conclusiones están alteradas o inventadas en tantos escritos que se dan por bien enterados"
99 años después, en 1998, la historiadora cubana Carmen Almodóvar escribía: “aún no se han cubierto todos los interrogantes sobre la Guerra Hispano-cubano-americana. El debate –según ella- no se ha cerrado y aún hay discrepancias por resolver e ideas por aclarar; el déficit subsiste, pero las distancias para poner fin a los reconocidos “vacíos historiográficos” se acortan día a día; tengo confianza –escribía ella- en los “pinos nuevos”, que avanzan en la investigación a pasos agigantados”.
Un ilustre miembro de esta Academia, Ramiro Guerra, en su Manual de Historia de Cuba, escribiría:
“Cada generación debe escribir la historia con los materiales disponibles en el momento. Un país no podrá tener jamás una historia, sino muchas historias. Esta no pretende ser sino una de tantas. Mi ambición, puramente intelectual, de obrero de la cultura que no busca remuneración, porque no se obtiene con libros de esta clase en los países pequeños aun cuando alcancen buena acogida, quedará satisfecha si mi obra sirve de estímulo para la publicación de otras más completas y ayude a conocer y a interpretar inteligentemente la historia del pueblo de Cuba”.
Era el momento de ponerme a trabajar en firme, con evidencias y sin apasionamientos, sobre la verdad de los hechos que rodearon al almirante Cervera.
Comprobé que los autores que habían escrito sobre este asunto durante los últimos 100 años culpaban del desastre al gobierno, a los políticos o a los militares en general, pero nunca señalaban con claridad a los responsables directos. Incluso Cervera aparecía en algunos escritos, como responsable de acciones en las que ni siquiera había intervenido, como fue el caso del apresamiento del Virginius, en 1873.
Señoras y señores, miembros de la Academia; es para mí un honor y un privilegio compartir en este foro las conclusiones de mi trabajo a lo largo de todos estos años,apuntar que sí hubo responsables con nombre y apellidos, y que la oportunidad que me brinda hoy la Academia de la Historia de Cuba es única para poder identificar a quienes realmente decidieron que se consumara aquél desastre…
Probablemente, y debido a la condición del propio almirante de guardar secreto en conciencia, y que el periodista Pimentel nos aclaraba en 1901, no me autorizaría a hablarles de todo esto. Seguramente, como bisnieto, podría intentar prohibírmelo, pero mi convicción acerca de los valores en él es tan fuerte, que hoy no le obedecería…
Él seguramente pensaría que transcurrido más de un siglo no necesitara de un abogado defensor, de alguien que quisiera aclarar y defender su imagen.
De entrada, Cervera no debería de haber ido destinado a las Antillas, porque había un Contralmirante en el escalafón de la Armada, por delante de él, Eduardo Butler Anguita. Pero el gobierno decidió saltárselo porque Butler, en 1873, protagonizó un triste episodio de indisciplina y cobardía en los sucesos del motín de la fragata Almansa, en Cartagena. Con ese precedente pensaron que Cervera, el siguiente en el escalafón, estaba capacitado para asumir el complicado destino que le aguardaba.
Cuando en plena guerra, la Junta de Generales y Almirantes decidió sobre la conveniencia de que la escuadra de Cervera se dirigiera desde Cabo Verde a Las Antillas, ninguno de los ilustres marinos de aquella Junta se dio por aludido para sustituirle. Todos miraron a otra parte. De sobra sabían que la escuadra iba a ser aniquilada, pero de este modo cumplían con honor ante la opinión pública y protegían el Trono.
Después de repasar los documentos y la larga película de aquella historia, estoy en condiciones de apuntar a los responsables más significativos del desastre.
1º.- Segismundo Bermejo, Ministro de Marina español hasta el final del primer acto del desastre, que fue la pérdida del combate naval de Patricio Montojo frente a la del Comodoro Dewey, en Cavite. La asombrosa ineptitud del Ministro Bermejohizo que ninguno de los almirantes de las diferentes escuadras españolas tuviera instrucciones, y que los que las tenían, pecaran de irrealizables. En numerosos escritos, Cervera le argumenta al Ministro en este sentido, y éste en sus contestaciones, demuestra que vive dentro de una ignorancia asombrosa.
2º.- Ramón Auñón. Ministro de Marina que entra cuando cesa Bermejo. Se opuso a la orden del regreso de la escuadra de Cervera a la península tras el estrepitoso fracaso de la de Montojo, en Cavite. Auñón representa el perfil del militar político que se manejaba perfectamente y con malicia refinada entre los despachos oficiales, antes que al frente de los barcos. Dotado de una gran facilidad de palabra, poseía una gran aptitud para herir a sus contrincantes en sus puntos vulnerables. Pero a lo largo de su larga carrera sólo mandó buques de vela y nunca intervino en combate como comandante de un buque de guerra.
En abril de 1899, escribió un manuscrito no publicado, en el que se adivina su obsesión por desacreditar y culpar a Cervera de sus propios errores, y salvar su imagen. Es un cúmulo de inexactitudes y despropósitos que se reservaba por si debía contratacar. En un momento, insinúa que los americanos dijeron, al caer prisionero Cervera:
“Mientras el enemigo tremoló su bandera, sus hombres pelearon como marinos americanos; cuando la bandera fue arriada se condujeron tan noble y tiernamente como mujeres americanas”.
Es interesante, sin embargo, comprobar la historia real que escribieron de su puño y letra uno de los capitanes norteamericanos de aquel combate, y que decía:
“Al subir Cervera a bordo del Iowa, la guardia presentó armas; los oficiales se descubrieron, las cornetas hicieron sonar sus voces, y cuando el eminente oficial, que en una hora había perdido más que ningún hombre en los tiempos modernos apareció en la entrada, la tripulación del Iowa rompió en aplausos y Evans lo recibió en el portalón del buque con estas frases: Caballero sois un héroe. Habéis realizado la hazaña más sublime de todas cuantas guarda la historia de la Marina”.
3º.- Ramón Blanco, a la sazón Capitán General de Cuba, se encontraba a 900 km. de distancia de los teatros de operaciones de la guerra y fue otro absoluto desconocedor de la realidad del bloqueo de Santiago de Cuba; él fue quien dio la orden final para la salida de Cervera de Santiago de Cuba. Sobre él, que estuvo más interesado por la vida cortesana que por la militar, debería haber caído todo el peso de la justicia, pero fue su amistad con la Reina Regente, lo que le salvó del Consejo de Guerra. En abril de 1898 llegó a declarar: “Juro por la Patria, encargado de defender la integridad de su territorio, que no saldré de Cuba vivo, si de la lucha no salgo vencedor”. Sin embargo, tres meses después, una vez perdida la guerra, explicaba: “Resuelto por el Gobierno de S.M. el ajustar la paz con los Estados Unidos, considero terminada mi misión en este país y solicito mi relevo; difícilmente podría preparar vuestros ánimos a una solución pacífica en la actual contienda, quien en día no lejano os excitó a sostener la guerra a todo trance”.
Así pensaban y eso escribían los que enviaron a Cervera y sus 2.600 hombres a su segura destrucción.
Esta era una de las claves de mi interés por llegar al fondo de una cuestión que, vista desde el lado español, perseguía conocer más a fondo un capítulo de la historia de España que se nos había hurtado. Mi investigación me ayudaría, después, no solo a entender nuestra historia, la de los españoles en Cuba, sino la del pueblo cubano que siguió la estela de otros territorios americanos, buscando su anhelada independencia.
Junto a las inexactitudes que fui registrando de los autores que habían escrito acerca de la Guerra, en 2006 me apareció un nuevo frente, esta vez a través de Internet. Durante varios meses sostuve una fuerte polémica con los editores de una página web (publicada desde Miami) en donde se decían inexactitudes y falsedades sobre Pascual Cervera; entre ellas la de que él había sido el Comandante del barco (“Tornado”) que apresó al “Virginius” y que había dado orden de fusilar a patriotas cubanos.
La polémica estaba servida porque igualmente, en una publicación editada por el Instituto de Historia de Cuba, “Las Luchas”, en su página 532, aparecía Cervera como miembro de un piquete de fusilamiento de los expedicionarios del Virginius. Es decir, que las inexactitudes se encontraban fuera…y dentro de la Isla.
Tras un cruce de cartas con el Director de La Nueva Cuba, se publicó finalmente mi colaboración, que perseguía dejar zanjado ese error histórico, que hasta aquel momento, nadie supo o quiso desmentir.
Para ello facilité la Hoja de Servicios de Pascual Cervera al director de La Nueva Cuba, y en la cual quedaba claro que en octubre de 1873, Cervera se encontraba a 8.000 km. de Cuba. Era Capitán de Fragata y Ayudante Mayor del Arsenal de la Carraca, en San Fernando (Cádiz), y se encontraba muy próximo a ser destinado a Filipinas.
Ese mismo año, 2006, el historiador César García del Pino, afirmaba que “la falsedad sobre Cervera y el Virginius que venía oyendo desde que era joven, no podía atribuírsela a nadie en particular; él consideraba que tuvo su origen “al comienzo de la republica neocolonial, inaugurada en 1902, cuando era muy fuerte la corriente pro anexionista en la historiografía cubana y se negaba todo lo que provenía de España y se exaltaba lo proveniente de los EE.UU.”).
Me enfrenté a varios colaboradores y publicistas navales que falseaban todo lo referido a ese incidente y que, finalmente, reconocieron que Cervera no intervino, aunque aprovecharon para desacreditarme por estar colaborando con el régimen cubano… Evidentemente, y como dice el refranero español, “No ofende quien quiere, sino quien puede”…
En 2012, después de todos estos años de investigación personal defendí mi tesis doctoral sobre el pensamiento militar de almirante Cervera ante el desastre del 98, una tesis que me permitió alcanzar una visión cenital sobre lo que cronistas, publicistas navales e historiadores habían opinado en torno a la figura del almirante durante 114 años, y en donde cobra especial protagonismo la Guerra Naval sostenida contra los Estados Unidos.
La investigación procuraba desvelar y desmontar los errores que, durante más de un siglo, habían tergiversado la forma de explicar y contar a la opinión pública española, lo que realmente sucedió en la Guerra de Cuba y lo que España se jugaba en ella.
Trabajé con 255 autores españoles, norteamericanos y cubanos en el periodo que va, de 1839 a 1909 y con más de 2.000 documentos del Archivo Privado del almirante.
La tesis contaba con un capítulo extraordinariamente complejo, que consistía en reunir todas las argumentaciones contrarias a Cervera, en un periodo que iba, desde 1901 hasta 2008. En total se detectaron 33, que se agruparon y concentraron en 9 líneas argumentales diferentes. El trabajo consistía en poder “desmontar”, una a una, todas ellas, y que el Tribunal de Tesis compuesto por 5 doctores, de ellos 3 militares (o exmilitares), las aceptara como concluyentes.
Cervera formaba parte de aquellos militares que, de haberse tomado en cuenta sus advertencias y recomendaciones, probablemente no hubieran precipitado los acontecimientos que desembocaron en el desastre del 98.
Desde el primer momento adivinó y advirtió al Gobierno acerca de los numerosos y gravísimos problemas que aquejaban a la Marina de Guerra y, nombrado Comandante General de la Escuadra de Instrucción en octubre de 1897, se dedicó a planificar un programa de adiestramiento de las dotaciones de su escuadra, que no había realizado ejercicio alguno desde 1894.
La investigación efectuada pretendía contribuir a recuperar la verdadera memoria histórica, y la desdibujada (para algunos) imagen del almirante Cervera, aportando luz para que desaparecieran –o al menos se redujeran-, los prejuicios que los detractores del personaje, habían utilizado de forma sistemática durante más de un siglo.
Aquí está parte de la historia de España, y de la de Cuba, de nuestra historia común. De valores como el “compromiso responsable”, “dignidad”, “deber” “adhesión a una jerarquía de valores” o “vocación”. Valores que escasean hoy en día, pero que entonces Cervera y sus Comandantes demostraron con creces.
Pascual Cervera fue lo que se entiende por ser “un hombre de orden”, pero con ideas avanzadas para su época. José Martí escribió que “no cumple con su deber, quien lo calla, sino quien lo dice” y Cervera, siendo almirante, escribía al ministro de marina Bermejo, 10 días después de la explosión del Acorazado Maine, en febrero de 1898:
“Me pregunto si me es lícito callarme y hacerme solidario de aventuras que causarían, si ocurren, la total ruina de España, y todo por defender una isla que fue nuestra y ya no nos pertenece, porque aun cuando no la perdiéramos de derecho con la guerra, la tenemos perdida de hecho, y con ella toda nuestra riqueza y una enorme cifra de hombres jóvenes víctimas del clima y las balas, defendiendo un ideal que ya sólo es romántico”.
Y no fue el único. El propio General Camilo García de Polavieja, que fue Gobernador General de Cuba, alcanzó a ver, como Cervera, la imposibilidad de mantener Cuba bajo la Corona española sin variar las condiciones políticas y militares en las que se encontraba la isla. En 1892 destacaba la influencia de Estados Unidos en la vida de la isla e incluía un juicio crítico acerca de la labor española en Cuba en aquellos años, afirmando que la difícil situación de la isla era consecuencia “de nuestro escaso poder y de nuestros errores y torpezas”. Finalizaba, advirtiendo:
“No debemos hacernos ilusiones; nuestros tiempos pasaron en América. En su vida moderna no tenemos cabida. Por ello no debemos perder el tiempo en reformas político-económicas para afirmar lo imposible, nuestro dominio en Cuba, conducta que honra poco a nuestra sagacidad y a nuestra previsión, sino emplearla en el modo y manera de salir de ella, sin que sufran quebranto nuestra honra y nuestros intereses”.
En septiembre de 1898, Polavieja acusó al Gobierno español de ocultar sistemáticamente la verdad frente a la opinión pública, ignorando sus informes y opiniones, y escribía:
“Yo no fui oído en Cuba, ni lo fui en Filipinas. Mis advertencias, mis comunicaciones, mis memorias se perdieron en el vocerío de las disputas parlamentarias, o duermen bajo el polvo en oficinas que no parecen creadas para el servicio de la nación, sino para goce y recreo de los familiares, amigos y protegidos de nuestros magnates políticos”.
En noviembre de 1898 Cervera escribe a su amigo Cerás Piquer:
“No tengo rencor contra nadie ni en mí cabe tal bajeza, pero estoy muy sentido por las razones siguientes:
Que no se me hizo caso cuando puse de manifiesto con gran insistencia y claridad que no teníamos fuerzas que oponer a los Estados Unidos; que no se me permitió venir a Madrid para discutir y adoptar un plan de campaña; que se me hizo salir para las Antillas donde era seguro e inevitable el desastre; porque esa operación iba contra todos los principios militares; que se me hizo salir de Santiago de Cuba, a buscar una destrucción segura, como había anunciado; que no se me ha defendido por el Gobierno, cuando he sido atacado en el Parlamento; que la censura, que ha hecho callar a la prensa, cuando ha querido hablar de otras cosas, ha dejado hacer cuando a mis compañeros y a mí ha atacado…”
Cervera fue al combate naval del 3 de julio de 1898 con la tranquilidad de conciencia ante lo que habría de suceder, y siempre bajo la premisa de que sería el último acto de la tragedia a la que se llegaría tras dictar una última orden definitiva a sus hombres, en la total creencia de que habrían de perecer.
Los dos puntos extremos del ser humano, el que marca el nacimiento y el que señala su muerte, están unidos por una línea recta. Ese fue el camino que recorrieron en vida los que, siendo hombres de honor, lucharon para el engrandecimiento y libertades de su patria.
Calderón de la Barca, eminente literato e ilustre soldado, escribió unos versos que constituyen la más hermosa y brillante definición de vocación militar, tratando de reflejar los principios esenciales del honor, valor, disciplina y lealtad, valores que siempre encarnó Cervera:
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho,
que el pecho adorna al vestido.
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho,
que el pecho adorna al vestido.
Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.
Nadie es profeta en su tierra y Cervera al ser repatriado a España sufrió un Consejo de Guerra, por el que fue absuelto pero…la historia de España en Cuba es una historia que continúa… y que seguirá siempre.
José Martí decía que “el caudal de los pueblos son sus héroes”. En 1905, sobre la tumba de los soldados y marinos españoles enterrados en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, rezaba el siguiente lema:
“La página más hermosa de la historia de los pueblos es honrar a sus héroes”.
En 1998, cien años después del desastre del 98, Fidel Castro, ante dos tataranietos del almirante Cervera, calificó de “héroe” al almirante, “sintiendo gran respeto por los marinos españoles recordando la hazaña de Cervera, algo inolvidable”.
Eso es lo que he pretendido hacer, también, durante estos años, con rigor, honestidad y seriedad.
Hoy, después de 25 años y 12 viajes, regreso a mi segunda patria, esta Cuba tan singular y distinta, tan lógica y contradictoria, sintiéndome más hermano y menos extranjero. Una vez más, gracias a las autoridades aquí presentes, a mi familia que me acompaña, y a todos ustedes por haberme prestado su atención.
Esta ha sido mi pequeña gran historia. Y que me perdone mi bisabuelo…
Muchas gracias.
Lugar de impartición:
La Habana
Fecha:
13/12/2016
Material empleado:
94 diapositivas.